sábado. 20.04.2024
VACUNA COVID-19

La vacuna de la COVID-19 a debate: “no quiero sentirme una cobaya”

Nos asomamos a las redes sociales para recoger la opinión y las inquietudes de los usuarios sobre la futura vacuna contra el coronavirus

Dosis para las vacunas de Pfizer contra la COVID-19
Dosis para las vacunas de Pfizer contra la COVID-19

Tras los últimos informes de Pfizer y Moderna, que parecen indicar que la vacuna contra el coronavirus podría llegar a principios de 2021, se ha realizado una encuesta por redes sociales para conocer la opinión de los ciudadanos.

La empresa farmacéutica estadounidense, Pfizer, anunciaba el lunes 9 de noviembre a través de sus portales oficiales en redes sociales que los ensayos de la vacuna que han desarrollado habían arrojado unos resultados muy esperanzadores:

“Estamos orgullosos de anunciar, junto con BionTech Group, que nuestra vacuna basada en ARNm ha demostrado, en un análisis interno, evidencia inicial de eficacia frente a la COVID-19 en participantes sin evidencia previa de infección por SARS-CoV-2”.

Así, en el documento que enlazan a la noticia se puede leer que “la vacuna es efectiva en más de un 90% a la hora de prevenir la COVID-19”. Asimismo, desde Pfizer consideran que “este es un primer e importantísimo paso, aunque continuamos nuestro trabajo para intentar desarrollar una vacuna segura y efectiva”. La Vanguardia, además, recoge las declaraciones de Albert Bourla, presidente y director ejecutivo de la empresa que, a través de un comunicado, aseguró que “este es un gran día para la ciencia y la humanidad”.

Una semana después, el 16 de noviembre, sería la también estadounidense Moderna la que anunciase, junto a los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH), que su vacuna, conocida como NIH-Moderna COVID-19 Vaccine, alcanzó unos datos del 94,5% de eficacia durante los ensayos. “Los resultados son estadísticamente significativos, algo que nos dice que no son casualidad”, recoge el comunicado de NIH. “Tan solo detectamos 11 casos serios de COVID-19 de un total de 95, dándose estos entre los voluntarios que recibieron placebo”, añaden. Según explica El País, Moderna y los NIH tienen en marcha un ensayo con 30.000 personas en EE. UU., y, ante tal repercusión, consiguieron hablar con Juan Andrés, director técnico de Moderna, que dijo que “esto sí que no lo esperábamos ni en nuestros sueños”.

Viendo que los resultados que han arrojado ambos ensayos son muy positivos, las principales potencias mundiales han empezado a moverse para conseguir las dosis necesarias para vacunar al mayor número de población posible. De hecho, Salvador Illa, ministro de sanidad de España, anunció el pasado sábado 21 de noviembre que la campaña de vacunación contra el coronavirus arrancaría en enero y sería voluntaria, contando con un total de “13.000 puntos de vacunación, de forma que la red habitual podrá funcionar perfectamente con un ritmo rápido y eficiente, y con garantías”, según escribe El Mundo. Así, se espera haber podido vacunar a unos 10 millones de personas en un período de dos meses desde el inicio de la campaña. Igualmente, y tan solo un día después, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, confirmó esta estrategia adelantada por Illa. Además, La Vanguardia recoge una afirmación del presidente por la cual garantiza “el acceso a las vacunas contra el SARS Co-V para todos los grupos prioritarios de manera equitativa, gracias a la organización del sistema público español de salud, basado en los centros de atención primaria”. Asimismo, Sánchez aseguró que el Sistema Nacional de Salud se reforzaría con diez mil nuevas plazas de médicos y enfermeros.

Con el anuncio de los porcentajes de eficacia de ambas vacunas estadounidenses y tras la noticia del Gobierno español de que se está gestando el proceso por el cual se va a vacunar a la población, hemos querido preguntar a la opinión pública qué piensa sobre la posibilidad de que más pronto que tarde se esté acudiendo a alguno de esos trece mil puntos de vacunación para recibir la dosis.

Para conocer este sentir, se elaboró un pequeño cuestionario compuesto por siete preguntas relacionadas con la llegada de la vacuna, su eficacia, la confianza que se tiene en las farmacéuticas y la disposición de la población a recibirla. El cuestionario se administró de forma online a través de la red social Instagram y también mediante Google Forms, distribuyendo este último vía WhatsApp. Finalmente, se obtuvieron dos muestras diferenciadas según el medio por el que se plantearon las preguntas. La primera muestra está compuesta por 267 personas con edades comprendidas entre los 16 y los 28 años, siendo este grupo el que contestó al formulario a través de las historias de Instagram y caracterizándose por ser el más joven. Por otro lado, nos encontramos con una segunda muestra formada por 159 personas que han completado las preguntas a través de WhatsApp. Esta difusión estuvo controlada y se procuró llegar tan solo a grupos de personas adultas con un mínimo de 30 años (grupos de padres, de familia, del colegio, etc.). De esta manera, este segundo ejemplo nos ofrecerá un punto de vista más maduro y con experiencia que el primero. No obstante, y pese a que en general el número de respuestas ha sido muy elevado, cabe decir que no estamos hablando en ningún caso de una muestra representativa de la ciudad de Córdoba, ya que, para ello, se necesitaría haber encuestado a una cifra mucho mayor de personas. En primer lugar, se invitó a los encuestados a plasmar su opinión acerca de la fecha de llegada de la vacuna. Como se puede apreciar en los resultados abajo presentados, una amplia mayoría dentro de ambas muestras piensa que las dosis no estarán disponibles hasta inicios de 2021. A continuación, se preguntó a los encuestados sobre su disposición a ponerse la vacuna en cuanto esté lista para la comercialización. Los resultados revelan que los encuestados no confía todavía en las vacunas que se están desarrollando. Los adultos son los más dispuestos a vacunarse en el momento en el que se tenga oportunidad. Igualmente, cabe decir que algunos de los participantes, los más jóvenes de la muestra, respondieron: "me espero a que no dé problemas" porque consideran que "primero deberían ponérsela a aquellas personas que sean grupo de riesgo". Para continuar, se quiso conocer el grado de confianza que tienen los ciudadanos en las farmacéuticas y en los datos de eficacia que estas han presentado. Recordemos que Pfizer anunció, en primera instancia, que su vacuna es un 90% eficaz, mientras que Moderna aseguraba haber desarrollado una vacuna con una eficacia del 94,5%. Pese a ello, los resultados de ambas muestras dicen que ninguno de los dos grupos termina de confiar en lo que dicen estas empresas farmacéuticas estadounidenses. Seguidamente, y basándonos en lo expuesto por la empresa Pfizer en su comunicado, cuestionamos a ambos grupos sobre si eran conscientes de que había habido reacciones negativas y personas que habían enfermado tras participar en los ensayos de la vacuna de Pfizer. Con un 66% y 81% de respuestas afirmativas respectivamente, las muestras 1 y 2 demostraron ser conocedoras de este hecho, siendo tan solo unos pocos quienes no habían escuchado sobre las reacciones negativas. En relación con la cuestión anterior, se preguntó si sabían que esas reacciones negativas y personas que habían enfermado pertenecían a los grupos del ensayo que habían recibido placebo en lugar de la vacuna original. Además, se procuró que respondiesen únicamente aquellas personas que habían respondido "Sí" en la última cuestión. Así, se descubrieron resultados muy dispares, y es que una pequeña mayoría (57%) de la muestra 1 (jóvenes) sí conocía las razones por las que esas personas habían reaccionado negativamente. Sin embargo, tan solo un 43% de los ciudadanos enmarcados en la muestra 2 (adultos) era consciente de que recibieron placebo.

La conclusión que se extrae de estas respuestas es que, normalmente, son las personas adultas quienes tienen mayor dificultad para acceder a toda la información que se publica, es decir, si un medio de comunicación expone que han enfermado algunos de los participantes en los ensayos de la vacuna, pero no explica por qué, es usual que una persona joven pueda acceder a esa explicación puesto que conoce más lugares a los que acudir, mientras que es frecuente que un adulto no nativo tecnológico caiga en el error de quedarse solo con esa primera línea de información. En esta ocasión, y como se apunta en la leyenda de la tabla gráfica, se presentan resultados únicamente de la muestra 2 (adultos), ya que fue el grupo que respondió. Como normal general, vemos que los participantes de esta muestra están de acuerdo en suministrar la vacuna, en primer lugar, a sanitarios o personas de la tercera edad. Igualmente, se recibieron respuestas muy variadas que iban desde la opinión de que los niños deberían ser los primeros hasta aquellos que piensan que "el Gobierno debería ser el primero para dar ejemplo y demostrar que no hay peligro". Por otro lado, algunos creen que lo suyo sería priorizar la campaña de vacunación de las personas "con patologías previas o con indicios de haber sufrido o estar sufriendo cualquier otro tipo de los criterios de gripe". 

"No quiero sentirme una cobaya"

Por último, se planteó la siguiente cuestión: "conociendo la eficacia de las vacunas hasta ahora anunciadas (90% Pfizer y 94,5% Moderna) y que los que han enfermado recibieron placebo, ¿por qué NO se pondría la vacuna?". Con esta pregunta, se buscaba conocer qué otros factores de las vacunas o de sus procedimientos de creación inquietan a la población.

Por ejemplo, una gran cantidad de jóvenes (muestra 1) coincidió en que no se pondría la vacuna hasta que viese que aquellas personas pertenecientes a grupos de riesgo la recibiesen. "Antes que los jóvenes deberían ir los sanitarios, militares, policías, etc.", apunta un participante. "Creo que hay gente que la necesita más que yo", señala otro. Además, muchos mostraron su preocupación ante "la rapidez y las prisas con las que se ha hecho todo", ya que "una vacuna es un proceso que tiene que pasar por varias etapas antes de poder asegurar su eficacia". "Que se hayan creado en un período de tiempo tan corto me genera algunas dudas con respecto a los efectos secundarios", dice uno de los encuestados. En relación con esos efectos secundarios, algunos encuestados señalaron que "no se han publicado todavía los estudios y resultados ni en revistas científicas ni en informes oficiales", por lo que "es difícil confirmar los porcentajes de eficacia". 

Por todas estas razones, la mayoría de los jóvenes encuestados que respondió a esta pregunta no se pondría la vacuna. De hecho, hubo un participante que fue más allá: "no me quiero poner la vacuna porque no está demostrada su seguridad a largo plazo por mucho que digan, no quiero sentirme una cobaya". 

En el caso de los adultos (muestra 2), las opiniones no fueron muy dispares, y es que algunos piensan que "los efectos adversos a medio y largo plazo se desconocen porque no ha habido tiempo de estudiarlos", además, tampoco se sabe si "hay que ponerla quizás dos veces al año, por lo que un problema puede ser la acumulación de dosis a largo plazo". Al igual que la muestra más joven, este grupo también desconfía de las prisas que se han tenido a la hora de desarrollar las vacunas. "El desarrollo de cualquier fármaco, incluidas las vacunas, es de, al menos, cinco años", contesta un participante. Más allá, resulta curioso que en esta muestra hay indicios no solo de desconfianza en la vacuna, sino también en el Gobierno: "desconfío de este Gobierno y de todo lo que venga de ellos"; "no me apetecería que me inyectasen algo raro diferente a la dosis de la vacuna"; o "no sabemos si lo del suministro de placebo es cierto". 

Finalmente, cabe decir que entre ambas muestras se identifican casos parecidos, es decir, hay muchos testimonios de personas que ya han pasado la enfermedad y vencido al virus y afirman no necesitar la vacuna debido a que ya se encuentran inmunizados. "Ya he pasado el COVID y he generado anticuerpos, por lo que, de momento, no necesito la vacuna", apunta una persona que da en el clavo porque, de no haber generado anticuerpos, sí necesitaría recibir la dosis ante la posibilidad de volver a enfermar de coronavirus. 

La vacuna de la COVID-19 a debate: “no quiero sentirme una cobaya”