miércoles. 24.04.2024

Las redes sociales se han convertido en una parte fundamental de la era informática del siglo XXI. Sabemos que existen muchas herramientas que nos ayudan en lo referente a lo profesional, otras que nos ayudan a superar los distintos problemas cotidianos, y otras que unicamente se basan en mayor medida a la interacción social

En el último ámbito, en el social, podemos encontrar distintas cuestiones que en varias ocasiones nos dejan ver el lado oscuro de estas herramientas. Sobre todo en las edades jóvenes, donde las personalidades están formándose y construyéndose, y que cualquier tendencia, alusión física, o psicológica se masifica y transforma a los ojos de los jóvenes.

Un ejemplo claro de ello es Instagram. Instagram es una aplicación que se basa principalmente en subir fotos y videos, que antes de ser subidos a la web, pueden ser editados con filtros y distintas herramientas para una bonita presentación posteriormente. 

A lo largo de los años posteriores a su lanzamiento en 2010, esta platafroma ha ido mejorando y ampliando su capacidad, y de esta manera se ha convertido en una de las formas más rapidas y cómodas de mostrar lo que se quiera mostrar de cada uno, a los demás.

Suponiendo que la influencia y el crecimiento de las redes sociales se compararan con el fenómeno natural  de un terremoto, esta herramienta sería el epicentro del mismo. El 26 de septiembre la plataforma anunciaba que tenía una media de 800 millones de usuarios.

La cuestión es que detrás del escenario de la conocida herramienta, de sus facilidades y su comodidad, existen problemas que van más allá de la pantalla.

Instagram ha sido catalogada como la red social que más afecta a la salud social de los jóvenes. Según un estudio realizado por la Royal Society of Public Health (RSPH) y la Universidad de Cambridge, se ha llegado a la conclusión de que “los medios sociales podrían ser más perjudiciales que el alcohol y los cigarrillos”.

Todo radicaría en la imagen, en lo que se ve. Los jóvenes se obsesionan con lo estereotipos creados por los propios jóvenes. Las metas que se han creado como el número de seguidores, la interacción y el número de “me gusta” en la publicación.

Realmente existe un problema pues el estudio demuestra que uno de cada seis jóvenes sufre problemas de ansiedad, problemas de sueño, e incluso de depresión. Todo debido a que la vida real de estos jóvenes no se asemeja a la que se ve en las redes, y esa frustración provoca este estado en ellos.  ¿El límite? Ciertamente ahí esta la clave. Este tipo de daños en la adolescencia puede acabar de una manera nefasta. Hay que tener muy en cuenta el buen uso de las redes y no dejar que nos influya en grave medida.