viernes. 29.03.2024
CRÓNICA

Así que pasen cinco años

Ochenta y tres años después de la muerte de Federico García Lorca, rendimos homenaje al poeta repasando los hechos más reseñables de su trayectoria para conmemorar su vida y su legado.
Firma de Federico García Lorca
Firma de Federico García Lorca

Muerto cayó Federico, sangre en la frente y plomo en las entrañas. Que fue en Granada el crimen sabed, pobre Granada, en su Granada”

Sus palabras retumban en mi cabeza sin parar. Ojalá no haber sido testigo de tal atrocidad. ¡Cuánto desearía no haber presenciado lo que vi! Soy incapaz de sacar de mi cabeza aquellas palabras, las de su gran amigo Antonio: “Se le vio caminar solo con Ella, sin miedo a su guadaña”. Pero ¿sería posible que no estuviese aterrado? ¿Cómo no iba a estarlo cuando sabía que le estaban arrebatando injustamente la vida? Por sorprendente que pueda parecer, no lo estaba, no podía estarlo. Le acompañaban Rosita, Mariana Pineda, Leonardo y Bernarda Alba, entre todos los personajes que el escritor fue engendrando a lo largo de su vida. Y como hilo conductor de todos ellos estaba yo, ente indeterminado que algunos llaman arte y otros legado, pero que, al margen de la nomenclatura que deseemos emplear, no desaparecí aquel 18 de junio de 1936. Todo lo contrario. Me elevé con más fuerza y aún hoy pervivo en los corazones de cuantos aman las letras tanto como Lorca lo hizo un día.

Vivir con él fue increíble. Aún recuerdo aquel caluroso 5 de junio de 1898, donde el clima se volvía todavía más sofocante conforme iban llegando las crudas nuevas sobre lo ocurrido en Cuba entre España y los Estados Unidos. Dentro de esta vorágine de apesadumbrados sentimientos, se alzaba una pequeña luz en la oscuridad, un faro que guiaría los pasos de todos los que tomaron su mano para disfrutar a través de sus versos de una vida cuan menos injusta.

Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca veía el mundo por primera vez desde una pequeña localidad granadina conocida como Fuente Vaqueros, envuelto entre las tizas de su madre y las tierras de su padre. Quizás fue la influencia hereditaria de sus tíos Baldomero y Luis García, ambos músicos de gran renombre, lo que lo convirtieron en tan señera figura. O tal vez nada tuvo que ver, solo el destino, que quiso regalarnos un extraordinario genio. Sea como fuere, desde pequeño la gente decía verme entre sus creaciones, algunos incluso auguraban reiteradamente que yo, su arte, era de tal tamaño que cierto día me convertiría en su mayor desdicha. Y qué poco se equivocaban por desgracia.

Juntos recitamos poesía e hicimos audiciones musicales cuando Federico era solo un crío y sus más de cuarenta primos fueron los primeros testigos del talento que derrochaba por los cuatro costados. Creamos pequeños teatros con marionetas, que servirían de precursoras de tamañas obras como El Maleficio de la mariposa o Yerma. Tal fue el amor que el artista profesaba por el espectáculo que decidió crear La Barraca, un grupo de teatro itinerante que llevaría el drama a todos los puntos de la geografía española. No obstante, Lorca no solo destacaba en la producción de obras teatrales, sino también en poesía y en música, ya que sus dedos al piano creaban fantasiosas melodías imposibles de olvidar.

Lorca de pequeño

Federico García Lorca de pequeño abajo en el centro con sombrero de paja

Es por esto por lo que nuestro pueblo se nos fue quedando pequeño, ya que yo cada día crecía más y más. Por ello, el padre de Federico decidió que en Granada capital podríamos recibir una educación mejor y nos mudamos. Tuvo que estudiar Derecho para satisfacer a su progenitor, al que yo no terminaba de caerle bien, pero, terminada la carrera, nos mudamos a la Residencia de Estudiantes de Madrid, que marcaría un antes y un después en su vida. Conocimos a sus compañeros de la Generación del 27, a Dalí, a Manuel de Falla, a Antonio Machado y muchas otras figuras que fueron alimento para mi crecimiento. Incluso viajamos por todo el mundo, estuvimos en Nueva York, en Cuba o en París entre tantos otros lugares que se convirtieron en fuentes de inspiración para nosotros. La tinta se derramaba entre sus dedos, yo bailaba por su cabeza a todas horas y no podíamos parar de soñar, creyendo que el mundo estaba en nuestras manos. Quisimos ser el altavoz que muchos necesitaban en sus vidas, como los gitanos en nuestro Romancero Gitano o los homosexuales en El público. Sabíamos a lo que nos enfrentábamos, pero nos daba igual. ¿Qué íbamos a hacer si yo ya era irrefrenable? Era archiconocida en más de medio mundo y eso a Federico le alentaba todavía más. Nada iba a detenernos, o eso pensamos.

Lorca, Pura Maórtua de Ucelay y Valle-Inclán en el preestreno de Yerma, 1914Federico García Lorca, Pura Maórtua de Ucelay y Valle- Inclán en el preestreno de Yerma, 1914

Al margen de nuestra propia imagen, el mundo y España también seguían su camino. El 12 de abril de 1931, tuvieron lugar elecciones en nuestro país, para decidir entre monarquía y república. El resultado fue beneficioso para esta última, declarándose así la Segunda República Española. Dicho entramado nos benefició, ya que pudimos continuar con La Barraca y estuvimos presentando algunas de nuestras obras de mayor renombre, como Bodas de Sangre. Durante este tiempo, también vieron la luz creaciones como La zapatera prodigiosa o Así que pasen cinco años. Pero esta última no sería una obra más, no quedaría relegada a una simple lista de producciones lorquianas, sino que supuso el peor augurio que se podría imaginar. En ella, concluida el 19 de agosto de 1931, el escritor nos traslada a otra dimensión, donde el presente es inaccesible, una simple transición entre el pasado y el futuro, pero que no podemos vivir   al completo. Independientemente de la trama, lo más llamativo es como Federico predijo a través de sus personajes, lo que pasaría en España justo cinco años después, tal y como se titula su obra. Uno de los intérpretes incluso llega a decir: “Dentro de cuatro o cinco años  existe  un  pozo  en  el  que caeremos  todos”.  Y  cinco años después, como todos sabemos, se proclamó la Guerra Civil Española, que sumió al país y a sus ciudadanos en la miseria y muerte más absolutas. Pero no podemos olvidar el final que dimos a la obra, donde nuestro joven protagonista fallecía a manos de tres jugadores de póquer de un disparo. ¿Os recuerda a algo?

Al principio todo parecía maravilloso, como hemos contado. Sin embargo, no fue un camino de rosas. Los humos se fueron enervando cada vez más e incluso la extrema derecha llegó a atacar a nuestro grupo de teatro, a los que llamaban “tropa de homosexuales que pretendía pervertir a los campesinos de España”. A partir de 1934, cuando volvimos de Buenos Aires, notamos que ya nada era igual. Federico había pasado a ser una de las marionetas con las que jugaba de pequeño, ícono para la izquierda, amenaza para la derecha. Y al llegar 1936, comenzamos a darnos cuenta de que nuestra aventura iba a acabar. El clima político en el país era cada vez más tenso y Federico, como había hecho durante toda su vida, quería mantenerse al margen, porque él solo había luchado por hacer de este mundo un lugar mejor, pero sin decantarse nunca por un bando u otro, hecho que se veía reflejado en que sus mejores amigos fueron siempre de ideologías contrapuestas y nunca generó ningún altercado.

Sin embargo, de poco importó para evitar el atribulado final que le esperaba. El 17 de julio de 1936 dio comienzo la contienda bélica y a partir de ahí, se produjo una auténtica caza contra aquellos que eran considerados una amenaza. Por desgracia, mi querido compañero de vida era uno de ellos. Intentamos esconderlo en todas partes, incluso en la casa de los Rosales, una familia que siempre fue muy cercana a Federico y que tenían grandes contactos para poder eludir tan escabroso final. Pero de nada sirvió. No pudimos evitar lo que estaba escrito con una tinta más permanente que nuestros versos.

Podría contaros cómo fue, cómo acabaron con él, cómo intentaron apagar su llama, para así terminar con todas las especulaciones que se han llevado a cabo a lo largo de tantos años y que incluso se siguen utilizando en política como argumento. Pero sería absurdo. Federico dejó su cuerpo la madrugada del 18 de agosto de 1936, tal y como predijo en su obra Así que pasen cinco años, pero no murió. Su alma echó a volar y siguió impregnando los hogares y los corazones de cuantos le amamos y le amaremos siempre. Le prometí que yo seguiría el camino que le impidieron recorrer y que honraría su memoria. Y eso he intentado durante todos estos años. Porque de nada sirve estancarnos en la materialidad humana y postergar su talento a un segundo plano.

16 de noviembre de 2019, ochenta y tres años han pasado desde que nos separamos. Escribo estas líneas tratando de buscar otro ser, muchas otras esencias que tomen el testigo que Federico me dejó y decidan hacer de este mundo uno mejor, siempre desde el amor y nunca desde la envidia y el rencor que acabaron con él. Abrázame como el arte que esta vida necesita para olvidar y al fin crecer. Borda en la bandera de la libertad el amor más grande de tu vida.