miércoles. 24.04.2024
"Yo seré la última"

Nadia Murad, la irakí Premio Nobel de la Paz, pide "más que un galardón para acabar con la violencia sexual"

El pasado 5 de octubre el comité del Premio Nobel de la Paz lanzó un claro mensaje de denuncia social contra la violencia sexual al galardonar a la joven irakí de 25 años Nadia Murad junto al ginecólogo de la República Democrática del Congo de 63 años Denis Mukwege. Nadia es una joven activista que vivió las atrocidades sexuales que el autodenominado Estado Islámico (IE) acomete como un acto más de terrorismo, al ser secuestrada el 15 de agosto de 2014 en su pequeña aldea de Kocho para ser vendida como esclava sexual para sus militantes.

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Nadia Murad dando una charla para el festival de música Global Citizen en Hamburgo (2017)

El Premio Nobel de la Paz es uno de los cinco galardones que el científico Alfred Nobel (Estocolmo, 1833) institucionalizó a fin de condecorar a aquellas personas que trabajen a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición de los ejércitos y/o su reducción, así como la celebración y promoción de los procesos de paz en el mundo. Un comité compuesto por 5 miembros designados por el Parlamento de Noruega es el encargado de decidir a los ganadores, entre los que se encuentra la joven iraquí Nadia Murad

 

El pasado viernes 5 de octubre los miembros del comité sueco de condecoración del Premio Nobel de la Paz recalcaron el papel de Nadia Murad: “Tuvo el extraordinario coraje de contar su propio sufrimiento y de ayudar a otras víctimas”. La joven activista luchó desde el primer momento, siendo nominada embajadora de buena voluntad de la ONU para los derechos humanos, así como para la dignidad de los y las supervivientes de la trata de personas en 2016. En 2017 escribió una autobiografía bajo el título "Yo seré la última: historia de mi cautiverio y mi lucha contra el Estado Islámico", pero su lucha no acaba allí. Para entender su lucha es necesario conocer su historia.

 

El 3 de agosto de 2014 la aldea de minoría religiosa yazidí de Kocho (al norte de Irak) fue arrasada por los militantes del autodenominado Estado Islámico. Su objetivo era y es terminar con ese grupo concebido como infieles. Cientos de personas fueron asesinadas y cerca de 3.000 jóvenes fueron secuestradas y forzadas a ser esclavas sexuales para dicho grupo terrorista. Nadia fue una de muchas, pero a la vez, una de las pocas que consiguió escapar. Huyó en 2015 hacia Alemania, donde reside en la actualidad. En palabras del Comité, Nadia es “una de las cerca de 3.000 niñas y mujeres que han sufrido abusos sexuales como parte de la estrategia militar de Estado Islámico que usaban ese tipo de violencia como un arma contra los yazidíes y otras minorías religiosas”.  Movida por todas las atrocidades, injusticias y atentados contra la dignidad y los derechos humanos que vivió de primera mano durante tres meses, ha dado un paso al frente. Tal y como estableció el Comité, “se negó a aceptar los códigos sociales que obligan a las mujeres a permanecer calladas y avergonzadas por los abusos de las que han sido víctimas. Ha demostrado un coraje inmenso para mostrar su sufrimiento y alzar su voz en nombre de las víctimas”. 

 

Hoy la joven pide que aunemos las fuerzas de todo el planeta  para poner fin a delitos de este calibre: “Un solo premio y una sola persona no pueden lograr este objetivo, necesitamos un esfuerzo internacional con la ayuda de instituciones y la participación de mujeres y jóvenes, con la participación de las víctimas para traer de nuevo la vida a las regiones destruidas por la guerra”.  Y no solo propone situaciones a nivel internacional, localmente apuesta por presionar a los gobiernos para que acepten refugiados. Aconseja, además, trabajar como voluntarios con asociaciones de apoyo, mandar ayuda y acoger a yazidíes en sus propias casas; entre otras medidas al alcance de todos.

 

Asimismo, en varias de las entrevistas que la yazidí ha concedido, hace referencia a la falta de protocolos y legislaciones especiales para aquellos supervivientes de genocidios: “Las mujeres yazidíes llegan rotas, hay que reconstruirlas. Muchas han perdido a sus maridos y tienen que cuidar de sus hijos y familiares. Hay chicas que no tienen a nadie. Pero, pese a todo, vamos a salir adelante”

 

La lucha de la joven de 25 años no acaba con este galardón, reafirma su compromiso con la causa y  establece que no parará hasta conseguir ser la voz de todos aquellos que no tienen voz: “Mi supervivencia se basa en defender a las víctimas de la violencia sexual”.