viernes. 19.04.2024

Fátima Reyes

Hay veces en las que, mientras tomas tu café mañanero, te quedas mirando tu estantería fijamente pensando en todos los libros que te quedan por leer, cogiendo polvo y ácaros. Piensas en lo que te ha costado organizarlos solo para una simple foto, o para ser aesthetic en tu cuenta de bookstagram, cuando realmente eres de las personas que pone los libros donde pilla y como puede. Tomas un sorbo de café y suspiras mentalmente. No se te puede olvidar terminar de escribir la reseña de aquel libro que te ha mandado la editorial o si no, no volverán a colaborar contigo. Aunque también tienes que subir el post en Instagram donde salga aquel marcapáginas que te ha mandado esa pequeña tienda con toda la ilusión del mundo.

¿Y si combinas ambas tareas y subes una foto del libro con el marcapáginas? No creo que la editorial ponga objeciones. Saben de sobra que tienes más seguidores en redes sociales que lectores en el blog.

Sonríes para ti misma, otra cosa no, pero economizar el tiempo se te da de perlas. Aunque por desgracia hayas tenido que aprender por las malas.

Sin pensártelo un segundo, apartas un par de libros que tienes sobre el portátil y te pones a mirar correos. Si no lo haces ahora, luego no tendrás tiempo de estudiar, hacer trabajos e intentar leer un poco. Intentar, no hacer. Porque sabes de sobra que no va a darte tiempo si quieres ser productiva.

Unos cuantos correos se asoman en tu bandeja de entrada. Comentarios en el último book haul pidiéndote más vídeos de ese estilo. Suspiras internamente. ¿Cómo quieren que traiga más de ese estilo si no eres capaz ni de leer un libro al mes? ¿Tener libros por tener?

Tú solo quieres leer, disfrutar de la lectura y de la escritura. Te quedas mirando la pantalla quieta, carente de espíritu, como si fueras un simple recipiente vacío. Una palabra resuena en tu cabeza: escribir.

Tu pasión, lo que de verdad te llena. Sin embargo, no tienes tiempo para hacerlo y, cuando consigues el tiempo, estás tan cansada mentalmente que no eres capaz ni de escribir el título del capítulo.

Un pitido insoportable llega a tus oídos. Una notificación. Un nuevo like, un nuevo seguidor. Una nueva colaboración. Más mensajes. No quiero más de eso.

Cierras el ordenador bruscamente llevándote las manos a la cara. Estrés, ansiedad, agobio. Piensas en que cambiarte al minimalismo es una buena opción, pero retiras la idea al darte cuenta de que no es solo tu afición, sino tu trabajo.

Mi trabajo.

La idea resuena en tu cabeza, hasta que finalmente, dejas la taza en la mesa, ya vacía.

Y te das cuenta de que has convertido tu afición en tu peor pesadilla.