viernes. 29.03.2024

Clara Llamas

Celebramos el día de la madre el primer domingo de mayo. Es un rito católico que no siempre se celebró en esta fecha. Comenzó en el Antiguo Egipto en honor a la diosa Isis “Gran diosa madre” o en la Antigua Grecia en honor a la diosa griega Rea. En Europa el catolicismo comenzó a honrar a la Virgen María en 1854. En España es en 1965 cuando el Día de la Madre se traslada al primer domingo de mayo.

Pero lejos de todas estas referencias históricas que nos llevan a determinar el origen de esta celebración, hoy es una alabanza a la figura de nuestras madres, un agradecimiento a su esfuerzo, a su sacrificio y a su voluntad. Para cada uno de nosotros tenemos la mejor madre del mundo, la más guapa, la más trabajadora, la más de la más. Pero es cierto que le debemos a nuestras madres además de la vida que nos han dado, el resto de la vida que nos dan.

Nos facilitan la existencia, todo resulta fácil cuando ellas lo hacen, cuando lo explican, cuando lo encuentran. Hay momentos en los que nos sentimos inútiles si ellas no estuvieran a nuestro lado para solucionar cualquier problema. Y aunque a veces nos saturen con consejos, sermones y recomendaciones, siempre tienen razón. La verdad, no sé cómo lo hacen... pero son oro puro, amor incondicional, sacrifico desinteresado, trabajo continuo. Es por ello por lo que independientemente de lo comercial que se ha convertido este día merece la pena celebrarlo, alabarlas, amarlas y agasajarlas.

Son las personas más valiosas del mundo. Ellas son un ejemplo a seguir para todos; capaces de llevar una casa, los hijos, el trabajo y encima, estar siempre de punta en blanco y con una sonrisa de oreja a oreja.

El otro día hablando con mi madre le preguntaba que qué difícil será ser madre. Ella siempre que le hablo de este tema se ríe y me dice: “Ay hija, si pudiésemos tener el manual de cómo ser una buena madre no sería tan divertido teneros”. Ella siempre me dice que a ser madre solo enseñan los hijos; que somos nosotros con nuestras ocurrencias, exigencias y comportamientos los que verdaderamente le enseñamos qué pasos tenía que seguir para educarnos y hacernos felices, que solo nosotros podemos enseñarle cuál es su plato estrella, qué juego de los que se ha inventado para entretenernos toda la tarde es el mejor y qué canción tiene que cantarnos antes de irnos a dormir.

No me quiero imaginar cómo seré yo si hasta para encontrar la ropa la necesito a ella... Espero que mis hijos me enseñen a ser por lo menos la mitad de valiente y luchadora que es la mía.

Y por todo esto y más hoy quiero hacer un homenaje a mi madre, la mejor del mundo. Y por ello ¡VIVA LA MADRE QUE ME PARIÓ!