viernes. 29.03.2024

Acostumbro a ser puntual y en esta ocasión decido salir con tiempo de casa. Aparco en la puerta de la Iglesia de los Redentoristas, llegando 10 minutos antes de la hora prevista. Haciendo tiempo en el coche sale él de la puerta anexa que hay a la iglesia, con un libro debajo del brazo y una sonrisa que los que le conocemos, sabemos que le caracteriza. “¡Almudena! ¿Qué tal? ¿Llevas mucho tiempo esperando?”. Impone el tuteo y me invita a pasar.

Don Ignacio González Álvarez, misionero redentorista desde hace 45 años, es una de esas personas que te atrapa y sorprende cuando le conoces, queriendo saber más de él. A sus 70 años, escucharlo hablar de su vida y de sus años en Venezuela es una síntesis de su razón de ser. “Soy de un pueblo de León, de la natural cacareada, España despoblada”. Pertenece a una familia grande, numerosa y profundamente religiosa, con fondo humano muy fuerte y unos valores que son los que le han dado sentido a su vida. Actualmente reside en Sevilla donde ejerce de párroco responsable de la comunidad redentorista de esta ciudad.

Don Ignacio González en los jardines de la casa parroquial. Fotografía: Almudena DujatDon Ignacio González en los jardines de la casa parroquial. Fotografía: Almudena Dujat

¿Cuándo se ordenó sacerdote y por qué redentorista?

“Fue en 1975, lo de redentorista tiene una explicación muy fácil, simplemente porque tengo un hermano redentorista mayor que yo. Cuando me ordené, él ya llevaba unos años de sacerdote… Después hubo un proceso de personalización en el que ya no intervino para nada la figura de mi hermano. Este proceso partió posiblemente de muchas cosas que yo contemplé en mi misma familia; el sentido de la solidaridad, de la acogida… Siempre recuerdo aquellas noches de invierno en las que dormía algún mendigo en casa y compartía la cena con nosotros, éramos muchos y casi no cabíamos, pero siempre había un espacio para alguien que llegaba pidiendo… Yo creo que todo eso genera una sensibilidad ante el dolor, ante el problema, y en el fondo considero que el origen de mi sacerdocio y que mi ser misionero redentorista está en estas actitudes que yo observé en mi familia. Recuerdo mis años previos en los que uno se debatía ante mil y una dudas y pensaba ¿Y por qué no? Y aquel por qué no, se convirtió en sí”.

¿Fue Venezuela su primer destino como misionero?

“No, no fue mi primer destino. Durante los veranos de mis años de formación procuraba marcharme a América Latina, y lo que eran escapadas de verano se convirtieron al final en una decisión de marcharme a Venezuela. Le dije a mi superior que dejaba la enseñanza, quería intentar otra manera de vivir diferente y que no tuviera relación directa con la investigación y con la presencia permanente de papeles encima de mi mesa. Buscaba otra manera de hacer las cosas, porque aquello no me daba un sentido pleno, no era lo que yo había soñado para mí. Él me ofreció Venezuela y yo acepté Venezuela”.

Mientras me va relatando su vida como quien lleva años sin hacer memoria de tantas cosas vividas, me lleva a dar un paseo por los jardines de la casa parroquial. Observo más tipos de plantas de los que podría haber imaginado en un primer momento, y hasta un pequeño huerto en el que uno de los cuatro sacerdotes que viven en la casa pasa su tiempo libre. Con el sonido de los pájaros y entre tanta naturaleza, por unos minutos, hasta se nos olvida que estamos en medio de la ciudad. Nos topamos con Elías, el mayor de ellos, que lee el periódico aprovechando los rayos de sol que asoman durante este espléndido mes de marzo. “Él también ha vivido en Venezuela, coincidimos varios años”. Elías me cuenta (en su rostro puedo ver pena cuando le pregunto sobre el tema) la dura vida de los que allí están. Ambos mantienen contacto con los sacerdotes redentoristas que viven allí y aseguran que la situación ha cambiado mucho desde que volvieron en 2015. 20 años son los que el padre Ignacio ha estado viviendo en Venezuela, de donde se marchó cuando ésta se encontraba en una situación de precariedad y necesidad, no absoluta, pero sí una situación en la que ya faltaban muchas cosas. “La Venezuela que yo conocí se diferenciaba en cuanto al nivel de consumo muy poco de la España de la que yo había partido; podrías encontrar todo lo que pudieras desear, tanto productos nacionales como importados. La Venezuela de la que yo me marché era ya la Venezuela de la escasez, resultaba difícil encontrar leche, legumbres, harina de maíz...”.

Jardines de la parroquia. Fotografía: Almudena DujatJardines de la parroquia. Fotografía: Almudena Dujat

“La Venezuela de la que yo me marché era ya la Venezuela de la escasez…”

Ambos me cuentan, con una notable nostalgia, que la iglesia católica ha sido una red muy fuerte para muchas familias venezolanas. La figura del sacerdote es una figura muy valorada y considerada, es una figura que siempre se tiene en cuenta. Allí aún quedan 6 comunidades redentoristas.

¿Sintió peligro alguna vez durante esos 20 años?

“No, peligro personal no. No tuve miedo, aunque una vez amenazaron con matarme (ríe) y fue recién llegado. Me dijeron: «mire padre, he matado a unos cuantos así que lo mismo lo mato a usted, para mí no significa nada, unos años más de cárcel». Viví situaciones poco cómodas, me robaron alguna vez, pero no sentí miedo personal”.

¿Ve diferencia de la Venezuela que dejó en 2015 a la de hoy?

“Sí, la situación es profundamente diferente. Hoy los contactos que tengo allí me cuentan cosas que yo no viví en aquellos momentos. Yo no viví situaciones de hambruna. Hoy me decía una familia que conozco de allí: «es que si viene por aquí no nos conoce. Pesamos todos 15 kg menos». Me cuentan cómo un cartón de huevos vale un salario mínimo. Situaciones muy difíciles de imaginar”.

¿A qué se dedicó durante los años que estuvo allí?

“Estuve en Valencia, Caracas y al final en la frontera con Colombia. Fui párroco de las iglesias y allí la misión tenía un doble cometido, el trabajo específicamente pastoral como sacerdote y el trabajo que tenías que asumir de ayuda social, de ser quien coordinara y canalizara a las ayudas que podías conseguir fundamentalmente de España. La situación en los barrios era de violencia, de promiscuidad, de escolarización muy limitada, situaciones de raquitismo en muchos niños… Esta ayuda necesaria fue a más con los años, comenzaba a ser muy de urgencia”.

Parte frontal de la Iglesia de los redentoristas. Fotografía: Almudena DujatParte frontal de la Iglesia de los redentoristas. Fotografía: Almudena Dujat

Entrando en terreno fangoso… ¿Ve similitud en la forma actual de proceder y actuar de las instituciones en España, con respecto a Venezuela?

“(Carcajada) Bueno, yo veo grandes diferencias, no veo que nosotros vayamos a acabar ni mucho menos en una situación semejante a la que terminó el chavismo en Venezuela. Veo diferencias, y aunque veo también similitudes, creo que el final no es el mismo. Las diferencias son muy notables en el sentido de que nos encontramos en un contexto político, geográfico y económico muy diferente. Aunque los de mi generación hayamos perdido la fe en el europeísmo en el que creímos firmemente allá por los años 80 y pensábamos que Europa era la panacea frente a cualquier mal, aunque hayamos perdido la fe y ya no seamos europeístas tan convencidos, el paraguas europeo es muy sólido y consistente todavía. Creo que la educación, tolerancia, nivel económico de la mayoría de los españoles en nuestra sociedad, los logros conseguidos en cultura, en sanidad, en medios de comunicación, en infraestructuras… todo esto no lo va a posibilitar. A pesar de todo esto, no debemos olvidar que en el gobierno de coalición hay una parte que, en sus orígenes como partido, obtuvo dinero de PDVSA, la petrolera de Venezuela, según todo parece indicar. También está lo recientemente ocurrido en Barajas con Delcy Rodríguez y esas famosas maletas. Todo esto se explica también a través de unas relaciones muy fuertes entre buena parte del Gobierno español, las dependencias y la devolución de favores frente al régimen venezolano”.

“Todo esto se explica también a través de unas relaciones muy fuertes entre buena parte del Gobierno español, las dependencias y la devolución de favores frente al régimen venezolano”

Don Ignacio celebrando Eucaristía en Venezuela, 2013. Fotografía: Ignacio González

Don Ignacio celebrando Eucaristía en Venezuela, 2013. Fotografía: Ignacio González

¿Su vuelta a España fue precipitada por la situación?

“No, para nada. En situaciones de crisis los últimos en marcharse, si es que se han marchado, han sido siempre los misioneros… si es que se han marchado. El grupo de misioneros redentoristas españoles que estábamos allí no se iba a ir porque la situación económica fuera complicada. Nos íbamos a ir marchando, pero cada uno cuando su propio ritmo lo marcase. Nadie se iba a ir porque hubiese limitaciones de expresión, porque hubiese problemas de alimentación, porque se fuera la luz, porque internet no funcionase… esos motivos no se tenían en cuenta. Dejamos Venezuela porque entendimos que nuestro ciclo vital había llegado a su punto final. Lo último que yo viví allí fue la guarimba de 2014 o lo que allí llaman movimientos callejeros y con violencia aparentemente menor pero que pueden acabar generando violencia mayor, como fue el caso”.

Viviendo allí, ¿cómo veía su familia la situación desde España?

“Normalmente quien está lejos suele ver siempre más peligro. A mí me transmitían desde España sensaciones que yo allí no las estaba viviendo, a pesar de que conocía la realidad. Había una inseguridad muy fuerte, con cifras de muertos por cada mil habitantes que en cualquier país europeo serían absolutamente insoportables”.

Hoy en día se habla mucho de fake news, ¿cree que lo que se ve en los medios es realmente lo que hay allí?

“Yo creo que en España sí corresponde. También depende de la prensa que se lea, yo no suelo recurrir a la prensa más radicalizada ni por un extremo ni por otro, me suelo mover en medios de centro. Viví este fenómeno más bien en Venezuela hasta el punto de que era mejor no creer nada de lo que decían en los medios porque yo lo estaba viviendo de primera mano. Esto creo que se debía a un interés por crear una mentalidad determinada. Cuando las sociedades están tan polarizadas como lo estaba la sociedad venezolana en aquellos momentos, había una cierta esperanza que acentuó la ilusión en la oposición, pero también acentuó la línea dura en el chavismo. En estas situaciones de polarización se utilizan todos los recursos para generar una mentalidad a favor o en contra y yo creo que estas fake news tenían mucho que ver”.

¿Con tanto vivido, cree que le queda algo por hacer?

“Sí, yo creo que me queda mucho por hacer. Aunque no sea nada concreto, nada especial, nada particular…sigo teniendo la ilusión de seguir viviendo en el servicio al evangelio y a los demás”.

De León a Venezuela en la época chavista