jueves. 18.04.2024
La tercera edad y las nuevas tecnologías

La brecha digital: La pantalla que separa generaciones

 

“He vivido una guerra, ocho Papas, dos Reyes de España, un cambio de siglo, y muchos cambios del poder del gobierno. Nada me ha dejado tan impactada como ver a todo el mundo con un telefono fijado a las manos.” Magdalena Galinier Birba, de noveinta años de edad (1927) nos deja testimonio sobre como está viviendo la nueva era tecnológica y como intenta superar la brecha digital que la separa de los nuevos avances del siglo XXI. 

 

La brecha digital existe, no sólo la que separa a los países subdesarrollados de los países avanzados en lo que a nuevas tecnologías se refiere, existe una brecha digital que separa a los ancianos de la tercera edad del mundo y la sociedad de hoy. La brecha digital que ha nacido de factores como las redes sociales, el chat y los smartphones en general.

 

Es Magdalena una víctima directa de la brecha, pues cuenta que tras largos noventa años de vida jamás le ha costado tanto nadar contracorriente. Afirma que vivimos en una sociedad en la que hay que buscar un lugar para el teléfono en la mesa, y que si ésta tiene un enchufe cerca, mejor. Afirma que se siente alejada y extraña por no ser una “nativa digital” o por no haber aprendido a manejarse en el mundo tecnológico. 

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“La vida era más fácil hablando en persona”, esa ha sido sin duda una de las frases que más definiría lo que Magdalena puede sentir. Es cierto que incluso los jóvenes reconocen que por los nuevos métodos de chateo, hay conversaciones, asuntos y problemas que se pueden malinterpretar realmente por como están escritos. Pero es cierto que la mayoría, no ven problema alguno en que las nuevas tecnologías y los dispositivos formen gran parte de sus vidas.

 

El problema está en que como Magdalena, existen muchas personas de la tercera edad que se sienten desplazadas o apartadas de la actualidad por la falta de familiarización con los nuevos dispositivos y con el nuevo modo que tienemos los humanos de hacer frente a la vida. La brecha digital es real. Hay muchos ancianos que se sienten solos, aburridos y sobretodo, extraterrestres en un mundo que ha sido antes suyo que nuestro. 

 

Al preguntarle a Magdalena si no se había planteado el hecho de aprender a utilizar estos dispositivos me encontré con la grata sorpresa de que de hecho, ya lo había intentado. “Todo empezó cuando mi amiga María Teresa me dijo que fuéramos a un curso para utilizar Whatsapp, Facebook, y hacer la compra por internet. Me lo vendió de maravilla. Incluso me dijo que se podía jugar a las cartas y todo. Finalmente fuimos al curso. Estuvimos dos semanas y poco más. María Teresa ya había tenido algún que otro síntoma de demencia senil o alzheimer, pero en cuestión de un més empezó a olvidarse de más y más cosas. Tuvimos que dejarlo y volver a la antigua usanza de las cosas. He pasado mucho tiempo hasta su muerte intentando no olvidar lo que en dos semanas pude aprender, pero realmente no me importa acordarme de eso, prefiero recordar cosas que he vivido y que no quiero olvidar jamás.”  

 

Es gratificante saber que existen cursos para poder sobrellevar la brecha digital. Pero es cierto que se debe tener en cuenta que hay problemas externos, o por lo menos asuntos que para los ancianos suponen problemas, hay también que suponer que habrá personas que no quieran apreder por que no tengan interés, otros simple y llanamente porque no puedan y otros porque son felices como están. Pero hay que tener en cuenta también que exiten muchos ancianos con necesidad de atención, atención que un día ellos dieron a otros.

 

“Es verdad que son cómodos y divertidos, pero nada en exceso es bueno y yo creo que de estos “cacharros” hay un exceso brutal”. He aquí la clave. Nada en exceso es bueno. Y es cierto que actualmente el mundo está muy regido por las nuevas tecnológias que lo complementan. Los avances tienen que ayudar y hacer la vida más fácil, pero se deben dejar atrás aspectos tan importantes como los sentimientos de una persona mayor, que no sabe usarlos. O bien se les ayuda a aprender a usarlos, o se pueden apartar en el bolso para más tarde, aunque sea un rato.

Old Hands

En definitiva, Magdalena es sólo un ejemplo de las muchas personas que sufren la brecha digital, la separación de la tercera edad de la realidad virtual. Hay que tratar en la medida de lo posible que se puedan sentir más normalizados con los nuevos “cacharritos” y que se pueda convivir de una manera más neutral y democrática, sin excesos.

Jóven y anciano
Jóven y anciano en clara representación de la brecha digital.
La brecha digital: La pantalla que separa generaciones