jueves. 18.04.2024
María José Segarra Crespo, exfiscal general del Estado

“El periodista y la sociedad necesitan saber ya, y nuestros tiempos son más lentos”

Con más de treinta años de experiencia en el mundo judicial, María José Segarra nos abre su corazón para dejar conocer esa parte de sí misma que va más allá de lo profesional, en la que también entran en juego su amor por el arte y por el mar. Nos desvela, desde la humildad, una vida marcada por el azar y por la desconexión del mundo de las redes. Y, además, nos muestra cómo ha resultado beneficiada de su condición de mujer en una carrera caracterizada, cada vez más, por la igualdad de género y de oportunidades.  

La fiscal María José Segarra
La fiscal María José Segarra

La fiscal María José Segarra

En tiempos de pandemia, no hay mejor manera de realizar una entrevista que a través de una videollamada. El manejo de nuestra entrevistada de la plataforma de Skype dijo mucho sobre sus dotes tecnológicas. María José Segarra desmontó, desde el principio, diversos de los prejuicios que se tienen sobre los juristas: atrasados, anticuados y poco duchos con la tecnología. Resultó todo lo contrario: me acogió en su agradable despacho con un té en la mano. Hablamos de redes sociales, de casos mediáticos, incluso de la violencia de género… Aunque también, tuve la oportunidad de conocer su infancia, su juventud e incluso su color favorito. «A lo largo de la vida, el color va cambiando. De joven me gustaban los colores negros, grises. Luego, hubo una explosión de color. Y… Ahora, me decanto por el azul». «Azul mar».

Puede que este color le transporte a su niñez. Aunque nació en Madrid (1963), Segarra pasó muchos veranos entre la playa y la montaña. Su padre era de un “pueblecito” de Castellón y aprovechaban para disfrutar allí unos veinte días en vacaciones. Cercedilla era su otro destino, la sierra madrileña la cautivó durante toda su infancia: «Éramos como salvajes. Nos íbamos en pandilla a la montaña». Para ella, sus primeros años de vida fueron “muy lindos”.

Estudió en un colegio religioso, luego fue al instituto y, más tarde, estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Eso sí, escogió esa carrera “por eliminación”. «Tengo dos hermanas mayores y un hermano pequeño. Mi hermana mayor estudió Medicina; la mediana, Historia». Asegura que a ella también le gustaban la historia, el arte y la jardinería, aunque no tenía vocación ni ninguna idea clara. Tenía claro que, descartaba la Física, las Matemáticas, el griego, el latín… Así que, finalmente, se decantó por Derecho: «Mi profesora de Arte se llevó un disgusto». Además, no duda en añadir, entre risas: «Confieso que la carrera de derecho no me gustó, me parecía bastante insoportable. Pero bueno, estás acostumbrado a estudiar y te lo estudias», dice de forma tajante.

Después de la universidad llegaron las oposiciones. Asegura que «fue cosa del azar». «Mi padre llevaba una administración de casas y a mí no me llamaba nada». Por lo que siguió estudiando. Así acabó haciendo oposiciones. «Tampoco elegí ser fiscal», declara. «Tuve mucha suerte: me presenté solo por probar y resulta que aprobé el primer examen directamente y, claro, ya no tenía elección, una vez hecho el práctico, seguí. Fue una oposición muy particular porque tardó un año y medio en hacerse». En este sentido, cree que, «cuando las cosas te salen bien a la primera, es pura suerte».

Así es como comenzó su carrera como fiscal en Barcelona, que más tarde seguiría (en el año 2004) en Sevilla, siendo la primera mujer que ocupara el puesto de fiscal jefe. Esto ha hecho que su vida haya quedado marcada por tres ciudades: Madrid, Sevilla y Barcelona. Como amante del arte que es, si tuviera que elegir entre una de ellas, «la estética juega un papel fundamental. Barcelona es modernismo puro, el mar, Sant Jordi y la rosa». Mientras que «Madrid es una ciudad atractiva y ya está». Pero Sevilla…  «Sevilla son los naranjos en flor, el aroma del azahar, las puestas de sol, los ejércitos de nubes». Es por eso por lo que no duda en decantarse por ella: «Me quedo con Sevilla, llevo viviendo más tiempo en Sevilla que en cualquier otro sitio y eso ya pesa. Siento que es mía». Es en aquella ciudad sureña con olor a azahar donde comenzó a ocupar su primer cargo importante.

   Llevo viviendo más tiempo en Sevilla que en cualquier otro sitio y eso ya pesa. Siento que es mía.

Desde entonces, se ha visto involucrada en muchos casos, muy conocidos. Entre ellos, el de Marta del Castillo, el caso Mari Luz o, incluso el de los ERE o Mercasevilla. Segarra explica que el hecho de que estos casos hayan sido tan mediáticos solo tiene un problema: el perjuicio al propio caso. Por lo que hay que logar un equilibrio entre los tiempos informativos y los que requieren los procesos judiciales, que entiende, son totalmente aberrantes para el periodista: «El periodista y la sociedad necesitan saber ya y, por el contrario, nuestros tiempos son muy lentos». Aunque, «a la sociedad siempre le favorece la información: eso está clarísimo. Si el caso exige tanto interés, pues adelante».

De esa mediatización tienen gran parte de culpa las redes sociales, con un resultado positivo en algunos momentos. De hecho, la contestación en las redes asegura, motiva que en algunos casos se tomen medidas muy favorables para el avance en el sector judicial. Por ejemplo, el caso de “La Manada” motivó la creación de una comisión de juristas para hacer un borrador que simplificara los delitos sexuales. «De alguna forma ese enfado por “esto no es abuso es violación” motivó que el legislador se diera cuenta de que era necesaria una reforma. Y eso es muy positivo».  Ahora sí, «en el momento en el que vives estos casos mediáticos desde dentro, confieso que es un horror», dice riéndose, «pero nunca está de más la información».  

A pesar de la gran actividad por redes que ha habido en casos en los que ella estaba involucrada, María José Segarra ha optado, de manera consciente, por no tener Twitter, ni Instagram, ni ningún tipo de red social. Aunque confiesa que «en estos últimos años en los que todavía ha sido más importante conocer qué se ha cocido en los medios he recurrido a mi marido que sí tiene Twitter».

  La gente grita mucho en las redes

Su decisión parte de la concepción de las redes como «algo muy arriesgado». Antes de que empezara Twitter, lo que había eran periódicos online en los que se podía dejar comentarios. Segarra asegura que «La primera vez entré y ya no volví a hacerlo: me encontré con insultos y barbaridades…  Quizás esto me ha posicionado un poco». Además, vista «la belicosidad en las redes, hay dificultades para contenerse y no responder». El problema es que «la gente grita mucho en las redes». «Mis puestos han sido de bastante responsabilidad y creo que estaba más expuesta que otros profesionales a que esos comentarios pudieran sacarse de lugar». Asegura que tiene buena relación con los periodistas, pero prefiere «no abrir un canal tan personalizado en el que se puedan verter opiniones que afecten a la imagen de imparcialidad que tenía que dar». Aunque, en un futuro, cuando se jubile, no descarta crearse un Instagram de fotografía con un estilo más artístico. Pero, hasta entonces, queda mucho: «nosotros nos jubilamos a los setenta», revela. Segarra, que nunca deja de aprender y formarse, actualmente está haciendo un curso sobre bioética, aprovechando el tiempo en casa.

Lejos del momento de su retiro, fue con 57 años cuando alcanzó el puesto de fiscal general del Estado, siendo la segunda mujer en ocupar este puesto tan renombrado. A pesar de ser el cargo más alto que puede alcanzar, tiene claro que no ha sido su culmen como profesional: «yo nunca pretendí serlo, es un tren que pasó y que acepté... como no era mi aspiración no siento que haya sido ningún culmen».

Es una carrera muy igualitaria desde que llegas y, no solo por sexo, sino por edad

Segarra se declara firme luchadora de la causa feminista, e insiste con mucha satisfacción, en afirmar que no ha sufrido ningún tipo de discriminación en su ámbito: «Es una carrera muy igualitaria desde que llegas, y no solo por sexo sino por edad. Cuando llegas te encuentras sentada al lado de una persona con 65 o 70 años y tú tienes 25, y te tratan de igual a igual». Como feminista, da gracias que «por fin el mundo está cambiando». Su madre, sin ir más lejos, tuvo que dejar de trabajar cuando se casó con su padre.

No solo no ha sufrido discriminación, sino que cree que se ha visto beneficiada por ser mujer: «La ministra (Dolores Delgado), cuando me nombró, tenía claro que quería una mujer; tuve un privilegio positivo». Lo mismo ocurrió en 2004, cuando obtuvo su puesto en la fiscalía de Sevilla: «Tuve la suerte de que quien estaba en el puesto quería visibilizar a una masa que no estaba siendo representada en los cargos directivos».

La ministra cuando me nombró tenía claro que quería una mujer: tuve un privilegio positivo

Aunque su experiencia sí ha sido buena, este último año le han hecho una crítica que era, a su parecer, claramente machista: «Qué curioso que, en toda la sucesión de fiscales generales, tiene que ser a una mujer a quien le digan que el cargo “se le ha quedado un poco grande”. Y qué casualidad que esto a un hombre no se lo dicen y a una mujer sí. Encima, fue dicho por una mujer. Pero bueno, ahí queda». Se nota el tono crítico de sus palabras, llenas de enfado por estos comentarios que hoy sigue suscitando.

Qué curioso que, en toda la sucesión de fiscales generales, tiene que ser a una mujer a quien le digan que el cargo “se le ha quedado un poco grande"


Finalizamos la entrevista con un tema que nos preocupa, como es la violencia de género. Segarra lo tiene claro: «Si hubiera alguna varita mágica, te juro que en este último año y medio la hubiera puesto en marcha». Pero también cree que «Es un tema de educación y de formación. Nos tenemos que concienciar nosotras mismas las primeras: algunas mujeres no se dan cuenta o piensan que va a pasar. Esto no hay que tolerarlo. El camino está trazado, lo único que hay que hacer es seguir implementándolo y conseguir que esto sea un recurso creíble. Nos lo tenemos que acabar creyendo como sociedad».