viernes. 26.04.2024

Se cumplen 5 años del fallecimiento del joven ciclista Steve Smith. 5 años de la muerte de uno de los grandes y del nacimiento de una leyenda del deporte. El canadiense de tan solo 26 años fallecía un 11 de mayo de 2016. La noticia pilló por sorpresa a la comunidad del ciclismo de montaña y puso el mundo patas arriba; a sus familiares, amigos y competidores, quienes siempre hablaron de él con especial cariño.

Nacido en 1989 en la provincia de la Columbia Británica, y comúnmente conocido como “BC”, retiró los ruedines de su bicicleta con tan solo 2 años, sorprendiendo a sus familiares, que afirmaban que Steve era mejor sobre dos ruedas que con sus propias piernas. Su primer “patrocinio” fue a los seis años: su abuela trabajaba con una mujer cuyo marido era coleccionista de bicicletas de bmx. Al hombre le encantaban los pasteles de la abuela de Steve, así que hicieron el pacto de que pudiera usar unas de sus bicicletas a cambio de que su “mecenas” recibiera un año de pasteles gratis. A partir de ese momento empezó a competir, y no fue hasta los doce años cuando, tras frustrarse por su invicta racha, se aburrió de la competición en bmx y probó el ciclismo de montaña.

 Empezó a ganar fama por ser el inocente chavalín joven que, por entretenimiento, se lanzaba por los “cortados”, unos tramos de los senderos cuya principal característica técnica es que la elevación cambia abruptamente en un ángulo desproporcionado, intimidando incluso a los ciclistas locales más experimentados.

Provo, considerado por muchos expertos como el mejor circuito del mundo, fue el parque de recreo que vio nacer y crecer las habilidades y velocidad de Steve en el ciclismo de montaña, que terminaría demostrando al mundo en las pruebas de la UCI (Unión Ciclista Internacional) de la modalidad de descenso, que se basa en llegar de la cima de la pista hasta abajo lo más rápido posible. Y eso es muy, muy rápido, hasta por encima de los 150 km/h. Rob Warner, el mítico comentarista del mundial de la UCI, bautizó al joven Steve como “La motosierra” al quedar fascinado por la soltura con la que manejaba la bicicleta en las pistas más exigentes de todo el planeta.

Con Steve, la bicicleta parecía una innata extensión de su cuerpo, y su capacidad para que las pistas más peligrosas parecieran un simple paseo por el carril bici provocó que miles de niños en aquel entonces colgáramos posters suyos en nuestros dormitorios, y nos apasionáramos practicando su deporte.

Dentro del mundo de la competición a nivel mundial, uno de los mayores detonantes del afán de ganar de Steve fue el prejuicio que entonces existía hacia los canadienses. Ningún canadiense jamás se había posicionado en lo más alto del podio, a pesar de la increíble afición a este deporte en el país. La marca de bicicletas Devinci, que diseñaba y fabricaba bicicletas en Canadá, fichó a Steve y a su compañero de equipo Mark Wallace, otro canadiense, para representar al país mediante el Devinci Global Racing Team y conseguir erradicar el prejuicio que existía hacia su tierra en el descenso.

A lo largo de su carrera con el equipo Devinci tuvo grandes logros, como la segunda y tercera posición en el campeonato mundial, pero no era suficiente. No se trataba de un juego de parchís, no era entretenimiento. Era su deporte, su profesión, una obsesión de por vida que le empujaba tanto como ella tiraba de él. Su único objetivo era ganar. Y ganar no es fácil. En el descenso la precisión es vital, una milimétrica decisión puede cambiar el rumbo de tu carrera. Un ejemplo: lo que separó en 2012 a Steve Smith (tercer lugar) y Greg Minaar (campeón absoluto) fueron 1.2 segundos, sumando todos los tiempos de las 8 etapas del Mundial. Smith sabía que no le hacía falta una carrera kamikaze en la que se arriesgara por encima de sus capacidades, sino una carrera limpia y suave, algo que consideraba perfectamente alcanzable.

2013 fue el año en el que Steve se transformó en el verdugo de la suspicacia hacia los ciclistas canadienses. Logró nada menos que 4 victorias en las etapas del Mundial y se convirtió en el primer canadiense en ser Campeón absoluto de la Copa del Mundo de descenso, en la mítica ciudad austríaca de Leogang, con 1199 puntos, arrebatándole el trono al británico Gee Atherton por tan solo 1.3 segundos conjuntos en todas las etapas.

Sprint final en la pista de la última etapa del Mundial en Leogang (Austria) Sven Martin

Sprint final en la pista de la última etapa del Mundial en Leogang (Austria) / Sven Martin

Ese año 2013 fue considerado el inicio de la época dorada del ciclismo de montaña. La unión entre naturaleza humana y máquina, el nivel de sofisticación de las bicicletas y la capacidad de influencia que tenían los “embajadores” de este deporte, provocaron que millones de personas nos sintiéramos fascinados hacia esta modalidad de ciclismo, que saliéramos ahí fuera a respirar el aire en su estado más puro y a sentir en primera persona la adrenalina de bajar sin frenar por trialeras que muchos de nuestros padres considerarían irresponsables.

Pero en mayo de 2015, cuando la mayoría de nosotros no podíamos sentir más pasión hacia este deporte, recibimos un golpe bajo al leer la trágica noticia. Como la chilena Isabel Allende dijo, la muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan. Y a mí, como a los millones de apasionados por este deporte, me hace feliz pensar, con total tranquilidad, que la leyenda del descenso jamás será olvidada, que los Mundiales de la UCI estarán siempre llenos de pancartas con el mensaje “Long live Chainsaw”, y que muchos de nosotros lo recordaremos cada vez que activemos la alarma a las 6:30 de la mañana para salir a imitar lo que hacía con tanta pasión nuestro deportista favorito.

Motosierra de homenaje a su victoria absoluta en el Mundial de la UCI

Motosierra de homenaje a su victoria absoluta en el Mundial de la UCI en descenso en 2013/ James Smurf