jueves. 28.03.2024

Helena de la Cruz

La risa fácil y el dar que hablar están asegurados para cualquier medio consolidado en la industria que presente a tres perroflautas que consideran que el género es una construcción patriarcal y consecuentemente, para acabar con este constructo social evitan cualquier terminación en -a o en -o y la hacen en -e. Más allá de las formas, lo “relevante” de la noticia a la que me refiero y seguro conoces, es que elles proclamaban que las gallinas son violadas por los gallos y forzadas a poner más huevos de la cuenta por los granjeros. Al colgarle la etiqueta de veganas, la humillación a este estilo de vida se hace de manera sutil e implícita, pero de ningún modo pasa desapercibida.

Si se teclea en el buscador de Wikipedia, la más grande y fiable de las enciclopedias que existen, basada en el principio de la inteligencia colectiva, la palabra “veganismo”, en la definición resultante es enunciado “por algunos detractores como una secta”. Connotaciones negativas sin base alguna. Como un chiquillo que coge una rabieta porque se le lleva la contraria, los llamados detractores hacen oídos sordos a verdades dichas a voces. Quién sabe si el prestar un poco de atención y abandonar el famoso filtro burbuja, el cual impide al que se encuentra bajos sus efectos estar al tanto de cualquier cosa que no tenga que ver con su postura, podría habernos evitado, en el mejor de los casos, la crisis sanitaria cuyos coletazos aún notamos.

Según la Organización Mundial de la Salud, la famosa y bien conocida estos días OMS, existe un mayor riesgo de transmisión de enfermedades zoonóticas, aquellas que pueden transmitirse entre seres humanos y animales, a través de la exposición de las personas, ya sea de manera directa o indirecta, a los productos de origen animal, como la carne, los lácteos y los huevos. La FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en uno de sus informes, estima que el 70% de las nuevas enfermedades que han afectado a los humanos en las últimas décadas son de origen animal, y en parte, directamente relacionadas con la búsqueda humana de más alimentos de origen animal.

Vale, los datos de organismos de renombre internacional y la aplicación del sentido común al sacar conclusiones de ellos podría llevarnos a pensar que quizás la alimentación basada en vegetales no sea tan mala como la pintan. Todo ello desde una postura egoísta en la que no miramos más que por nuestro propio bien y nuestra salud, pues la dieta basada en plantas ayuda a la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero o al ahorro de agua, pero eso da para otro artículo con un café bien cargado.

Sé lo que estás pensando. Una alimentación cuya base son las plantas y las semillas puede ser igualmente perjudicial para la salud. A ver quién tira del cuerpo, y ya lo puede decir la OMS o Pepito el de los palotes. Recurrir a referentes mundanos parece la mejor opción llegados a este punto de saturación en que nos encontramos, donde las siglas acaban vacías de significado. Lewis Hamilton y las hermanas Williams, Venus y Serena, son el mejor ejemplo de compromiso ético y preocupación por su salud, materializado en una dieta vegana. Portentos físicos que lejos de adelgazar, ganaron masa muscular y sumaron trofeos a sus vitrinas.

Desmontar tópicos y dar luz a visiones arraigadas no es tarea fácil. Lejos de que estas líneas sean suficientes, puede que el castillo de naipes repleto de estereotipos que rodea al veganismo haya comenzado a tambalearse. Quizás, la próxima vez que oigas el término, la asociación entre este y un grupo de jóvenes delgados y tatuados, enfadados con el sistema, ya no será tan clara. Puede que dejes de tomar la parte por el todo.