lunes. 07.10.2024

Pese a que hoy en día es bastante habitual emplear el término cine de culto a la hora de clasificar a una película, existe cierta controversia cuando hay que definir qué es exactamente. En términos generales, hace alusión a obras cinematográficas de cualquier género que, bien por novedosas o por transgresoras, han conseguido la adoración popular con el paso del tiempo. Aquí encajan todo tipo de películas que han cosechado a su alrededor un gran número de fans incondicionales, como, por ejemplo: El señor de los anillos, Pulp Fiction, Interestellar o El club de la ducha, entre otras.

Sin embargo, el término también es empleado para designar a películas que, ya sea a nivel argumental o estético, se alejan de lo convencional, pero que sin embargo son capaces de captar el interés del gran público. Por ejemplo, la película El hoyo, la cual su propio director, Galder Gaztelu-Urrutia, definió como una película de culto incluso antes de haberse estrenado.

A continuación, repasaremos varias épocas de la historia del cine para homenajear a cuatro películas que han conseguido consagrarse como obras de culto gracias, entre otras cosas, a su único, personal y ostentoso apartado visual.

La gran belleza (Paolo Sorrentino, 2013)

No, una trama sobre la búsqueda de inspiración de un escritor que afronta su vejez mientras lidia con una crisis existencialista y creativa no es la mejor opción si lo que quieres es una sesión de cine para comer palomitas y desconectar. Pero si lo que buscas es una obra que te haga reflexionar más allá de entretenerte y además un deleite visual, esta película conjuga a la perfección narrativa y estética, ofreciendo como resultado una de las mejores películas de la historia reciente del cine italiano.

Una carta de amor a la ciudad de Roma, así como una crítica a las personas que se encuentran en la cima del escalafón social de la ciudad. Todo presentado con un barroco exceso visual y una fotografía medida al milímetro donde ningún elemento presente en la composición de los planos es casual.

Aunque se te pueda hacer lenta e incluso aburrida, pues hay que decir que el cine de Sorrentino no es para todo el mundo, se quedará para siempre en tu imaginario cinematográfico.

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Fotograma de la película La gran belleza

Suspiria (Dario Argento, 1977)

Un clásico del cine de terror que, pese a que su trama haya envejecido regular; visualmente sigue impactando tanto como lo hizo el año de su estreno, 44 años atrás. La historia gira en torno a una joven que ingresa en una prestigiosa, exclusiva y, sobre todo, misteriosa academia de baile la misma noche en que asesinan a una de las alumnas. A partir de su llegada –sorpresa- comienzan a pasar sucesos misteriosos y paranormales.

Lo predecible se su guion -que no es poco- es compensado con una de las estéticas con más personalidad de la historia del cine. Haciendo uso de una paleta de colores presente en prácticamente toda su duración , esta película da lugar a una serie de texturas cromáticas capaces de resultar inquietantes y a la vez agradables para espectador. Todo esto acompañado de una estética casera y surrealista cargada de simbolismo que, junto a una espléndida fotografía, dan forma a una cinta en la que cualquier fotograma podría usarse como fondo de pantalla. Pese a su limitado presupuesto y la época con escasos recursos visuales en la que fue concebida, aún hoy en día, Suspiria, consigue una crear una sensación atmosférica e inmersiva que pocas películas han logrado generar.  

Imprescindible, aunque no te guste el género de terror. Además, a menos que seas extremadamente sensible, difícilmente conseguirá asustarte. Al igual que una obra de las pinturas negras de Goya: en ocasiones bizarra, pero fascinante e hipnótica.

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Fotograma de la película Suspiria

Eyes wide shut (Stanley Kubrick, 1999)

En realidad, cualquier película de Kubrick podría haber aparecido en esta lista. Sin embargo, Eyes wide shut, es la película del legendario director con menos estima y popularidad de todas sus obras aun estando a la altura e incluso por encima de muchas de estas, sobre todo en el apartado visual, y más concretamente, en la iluminación. Es por eso que cualquier oportunidad que surja para poder recomendarla ha de ser aprovechada. Además, contiene una de las escenas más impactantes de toda su filmografía, de esas que nadie olvida, incluso los detractores de esta filme. Pero su mayor logro está en recrear de manera idílica la ciudad de Nueva York y hacer que se sienta real. Este hecho cobra aún más valor cuando tenemos en cuenta que absolutamente todas las escenas de la película están grabadas en sets de rodaje.

La historia sigue a un respetable médico neoyorquino con el prototipo de vida ideal: está casado con una preciosa mujer, tiene una hija y un trabajo que le gusta. Pero, al día siguiente de asistir a una fiesta, su esposa le habla de unas fantasías eróticas y de cómo estuvo a punto de romper su matrimonio por un desconocido. Abrumado por esta confesión, acaba entrando en un local, donde un antiguo compañero le habla de una congregación secreta dedicada al hedonismo y al placer sin límites. A partir de entonces inicia un viaje, que tan solo durará una noche, a través de un mundo dominado por el sexo y el erotismo.

Su peculiar y en ocasiones confuso planteamiento juega a su favor, pues se hace imposible predecir el rumbo que va a tomar la trama, dado que cada escena desemboca en otra a un aún menos previsible que la anterior, lo que consigue avivar el deseo de querer saber qué va a ocurrir a continuación.

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Fotograma de la película Eyes wide shut

Midsomar (Ari Aster, 2019)

La típica trama de cine de terror en la que un grupo de amigos acaba metiéndose en líos por confiar en personas que claramente no son de fiar -al menos a ojos del espectador-. Sí, la película está llena de clichés del género, no obstante, lo peculiar de Midsomar y lo que consigue distinguirla del resto de películas similares en su planteamiento, es su estética. hasta el punto de haber logrado que sea consagrada como película de culto y clásico de terror moderno.

Absolutamente toda la película ocurre a la luz del día, en espacios abiertos y valiéndose de una paleta cromática para nada asociada al terror, de hecho, el color más presente durante el largometraje es el blanco. Pero el mérito de esta película no solo está en conseguir crear terror en ambientes nada convencionales e incluso en ocasiones idílicos. De igual forma, otros elementos como el cuidado por mantener una rigurosa geometría en la composición de todos los planos, el extravagante vestuario, así como la fidedigna representación de los rituales y mitología de la tradición sueca del -valga la redundancia- Midsomar, consiguen que visualizar esta obra sea como pasear por una exposición de arte en la que si lo prefieres no es necesario que le prestes atención a los rótulos de información que acompañan a las obras para poder disfrutarlas.

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Fotograma de la película Midsomar

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