viernes. 04.10.2024

En las zonas más conflictivas del mundo, donde la línea entre la vida y la muerte es tan delgada como el filo de un bisturí, Eduardo Insignares encuentra su vocación. Este médico militar español revela su servicio y sacrificio en el cruce de dos mundos aparentemente opuestos: la compasión y la guerra. Su historia es testimonio del coraje y el miedo. A través de sus palabras, descubrimos el peso emocional de quien ha elegido vivir sirviendo.

"Todo comenzó en la Universidad de Zaragoza, donde estudié Medicina con la intención de ejercer como médico civil. Sin embargo, mi primer contacto con el ejército fue a través del servicio militar obligatorio, “la mili”, una etapa que, contra todo pronóstico, me enamoró", relata. Enamorado de los valores de la medicina, del ejército y de la vida militar, el coronel Insignares nos relata cómo consiguió combinar sus dos pasiones: la medicina y el servicio militar. Tras una rigurosa preparación, Eduardo Insignares ingresó en la academia militar, dando inicio a una carrera como médico militar de campo que lo llevaría a ejercer como teniente médico en diversas misiones internacionales.

La primera misión fue en la guerra de Kosovo. La describe como un choque de realidad, fue una misión que sin duda marcó profundamente su carrera profesional y su vida personal. "Era muy joven, con poca experiencia como médico y como militar. Kosovo fue un antes y un después que ha marcado toda mi vida", confiesa con una voz que se siente cargada de recuerdos. Durante este periodo, no solo puso a prueba sus habilidades como médico militar, sino que también se enfrentó a la realidad del campo de batalla, a la necesidad de tomar duras decisiones que afectaban a la vida de personas. "Hubo momentos en los que tuve que tomar decisiones y hacer actuaciones médicas que no esperaba”. Pese a esta primera misión, su miedo y la incertidumbre, no cuestionó su verdadera pasión profesional y siguió hasta completar 17 misiones internacionales más.

Eduardo Insignares ha seguido enfrentándose a desafíos que han puesto a prueba su capacidad profesional y su fortaleza emocional: “A nosotros nos tienen prohibido decir que son misiones de guerra. Siempre decimos que vamos en misiones de apoyo humanitario, pero sí que es verdad, que a mí me han disparado en todas”, afirma. Narra el tormento de estar en plena línea de frente, atrapado entre su deber como médico y las exigencias del combate afirmando que muchas veces la neutralidad se nubla. “La medicina me enseñó a curar sí o sí, a salvar vidas, pero en el campo de batalla, prima la seguridad. Los médicos somos un personal muy crítico ya que en una misión de 1000 personas puede haber sólo dos médicos”, confiesa. Este dilema moral es una de las pruebas más duras para un médico militar, obligado a decidir entre el juramento hipocrático y el deber hacia su país y hacia sus compañeros.

Hablando de la presión que soportan, Eduardo afirma que “tienes que estar ahí con tu gente y no puedes fallar, hay presión porque tienes que estar. Los médicos como yo que somos de primera línea tenemos que estar al frente sí o sí, no puedes decir que tienes miedo aunque lo tengas, tienes que continuar. Tienes que disparar si es necesario, ayudar y guiar. A mí me han enseñado a curar, a mí no me ha enseñado a disparar, pero si lo he tenido que hacer, lo he hecho”.

Eduardo Insignares, médico militar, en Afganistán. Foto_ cedida por Eduardo Insignares
Eduardo Insignares, médico militar, en Afganistán. Foto_ cedida por Eduardo Insignares

El miedo es un tema recurrente en la conversación. "Te enfrentas a él todos los días. No solo el miedo a perder tu vida, sino el temor a no estar a la altura, a fallar a aquellos que dependen de ti para sobrevivir. Me han disparado muchas veces, pero tenía que seguir con mi gente". Eduardo Insignares describe cómo este miedo se convierte en una sombra constante en muchas de sus misiones, pone como ejemplo las de Afganistán o Irak donde recuerda que cada día la ambulancia era tiroteada con una media de 15-20 disparos, pero pese a eso, en su cabeza pensaba: “tengo que salir,  me va me van a disparar, lo sé, pero tengo a compañeros que heridos y tengo que curarlos”. Confiesa que ha pasado mucho miedo “muchísimo miedo”. Sin embargo, cuenta recuerda que aquello que siempre le ha ayudado a continuar ha sido el amor por los suyos: “Lo que me hacía seguir era pensar en mi hija, y me emociona incluso hablar de eso porque siempre ha sido el motor”. 

Frente al tormento en misiones de máxima tensión y peligro, también hay calma, como su más memorable misión, la destacada Campaña Antártica. Una experiencia que describe como “maravillosa”. Tan maravillosa para Eduardo que ha participado hasta en tres expediciones a la base española en la isla Decepción, prestando apoyo a científicos internacionales. "Estar 15 meses en la Antártida es una experiencia única en la vida", confiesa.

Eduardo Insignares, Médico Militar, en la Antártida. Foto_cedida por Eduardo Insignares
Eduardo Insignares, Médico Militar, en la Antártida. Foto_cedida por Eduardo Insignares

Más allá de todo esto, Eduardo reflexiona sobre el impacto que ha tenido su trabajo en su forma de ver la vida. "He visto la peor cara de la humanidad, he visto miseria, y cuando digo miseria, es miseria de verdad. Muerte, hambre y pobreza. Estas experiencias te cambian. Te hacen apreciar la vida de una manera diferente, valorar lo que realmente importa". Son esos desafíos a los que se ha enfrentado durante sus misiones los que han enriquecido su visión de la vida, enseñándole además el valor de la tolerancia y la comprensión entre culturas; reconoce que eso le ha hecho ser “mejor persona.

Sobre el papel menos conocido pero crucial de los médicos militares, subraya la importancia de su labor en el campo de batalla y cómo, a pesar del peligro, siempre priorizan la atención médica a compañeros, civiles, e incluso, en circunstancias seguras, a los enemigos. A pesar de que "Mucha gente no sabe que existimos", asegura.

Finalmente, Eduardo le deja un consejo a aquel joven que empezó su carrera militar hace 24 años: “Yo le diría que no tirase la toalla, que aguantara y que mantuviera siempre la misma ilusión con la que empieza. Porque esta profesión es dura a nivel profesional y personal; te desligas de la familia, pasas miedo, penurias y no puedes hacer todo lo que te gustaría.  Así que, le diría que disfrutase, que hiciese todo lo que quisiese, que no desfallezca, pero sobre todo que sea leal a sus valores, a sus principios médicos y que sobre todo sea buen compañero”.