lunes. 14.10.2024

Nuestra fe se multiplica cuando se entrega, cuando se comparte o cuando se expresa con el otro. Cuando esta se vive en comunidad, nos preocupamos por las necesidades del otro, y entendemos que el compromiso con Jesús es de todos. Estamos llamados a mirar la realidad y conocer el camino al encuentro con Dios que nos suscite el amor y consiga abrirnos al otro, consiguiendo que el amor al prójimo se desprenda de nuestra propia fe.

Conforme crecemos, se nos plantean distintas oportunidades laborales o personales que conllevan irse fuera de casa, que responden a ese sal de tu tierra que tanto nos inculca Jesús. Estas situaciones podrían llevarnos a abandonar nuestra fe o descuidar nuestro compromiso con Dios, sin embargo, pueden ser una gran oportunidad para crecer y madurar en nuestra fe y aprender a vivir esta de forma personal. 

Para ello, hoy traemos los mejores consejos para no caer en el abandono y descuido y conseguir que nuestra fe siga creciendo aún estando lejos de nuestra casa.

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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1. Recurre a la palabra de Dios.

Está claro que, para mantener la fe en nuestro día a día, es necesario alimentarla con la oración y palabra de Dios. Dedícale un tiempo en silencio donde lo único importante sea Él y su palabra. Lee, reflexiona, cuestiónate la palabra, piensa maneras de implantarla en tu nueva rutina… Consigue mantenerte firme aunque tu nueva rutina se torne. Puede sonar difícil, pero es posible con esfuerzo.


2. Sé auténtico siempre.

Últimamente, en los cristianos practicantes más jóvenes se esta empezando a juzgar o señalar a razón de la fe y la forma de vivirla. ¡No tengas miedo! Es normal no querer ser excluido o sentirse fuera de un grupo de personas, sobre todo si llegas nuevo a un sitio desconocido y tienes que empezar de 0. Sin embargo, no podemos permitir cambiar quién somos para agradar a otros o encajar, solamente hay que ser naturales y respetar siempre.

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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3. Dedícale tiempo todos los días.

Puede que tu nueva rutina de vida parezca inviable con nuestra actividad diaria de fe, sin embargo, una buena rutina y organización puede recoger un corto tiempo diario a nuestra oración personal. Así, conseguiremos coger hábito, implantando este trabajo personal en nuestro nuevo día a día.


4. Esfuérzate, no basta solo con rezar.

No basta solo con rezar un rato cada día. Mantener la fe es un trabajo que requiere mucho más tiempo y constancia, requiere más dedicación. Descubre el valor de lo que recibes, de tu fe y apoyo en Dios. Eres miembro de su Iglesia, consigue dar ejemplo y reflexionar sobre tu responsabilidad. En todo, amar y servir.

 


5. Lleva tu fe en tu día a día.

Nuestro mayor reto como cristianos es conseguir vivir la fe en todos los ámbitos del día a día con el único fin de dar lo mejor de ti cada día para hacer las cosas con corazón y agradar a Dios con nuestras acciones. Puede que haya días que cuesten más, pero como ya lo dijo Jesús: «el que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho»(Lucas 16, 10). Tómate cada día como una nueva oportunidad para ser una mejor versión de ti.