lunes. 02.12.2024

Llueve con fuerza en este momento, es jueves 31 de marzo, la mañana está despertando y nos encontramos frente a la puerta del estudio de COPE Sevilla, en la calle Rioja, 4. Entre nervioso e ilusionado, junto a un buen amigo, aguardamos en la recepción, donde la espera se hace eterna, como el hombre que va a conocer por primera vez a sus suegros. Una recepción, cuyo responsable de seguridad, Manuel, amable y correcto, nos recibe e invita a sentarnos para amenizar la espera. Pasan los minutos y comenzamos a hablar con él. Lleva muchos años en la profesión. Mientras charlamos distendidamente, una voz peculiar y muy conocida baja las escaleras; es Carlos Herrera, maestro de maestros. Manuel lo acompaña hasta la puerta con familiaridad, y cuando regresa, nos cuenta que había estado trabajando con él varios años antes en Onda Cero.

Nuestro entrevistado, José Manuel Oliva, aparece por la puerta. De complexión atlética y estatura media, su rostro  muestra nobleza y carisma. Su lenguaje corporal le acompaña; transmite cercanía y autenticidad. Risueño y afable, tras hacer las presentaciones, nos invita a subir unas pequeñas escaleras que dan paso al centro neurálgico, a la sala de mandos, al kilómetro 0 de esta hermosa metrópoli que es COPE Sevilla. Buscamos un estudio libre y nos instalamos mientras José Manuel va a recepción a recoger su correspondencia. Mientras  mi compañero Ángel monta el equipo fotográfico, yo recorro con la mirada de esquina a esquina aquél diminuto estudio. No me creo que esté aquí, pienso, donde tantos referentes y grandes periodistas han ejercido su profesión. Comenzamos a tomar algunas fotos mientras José Manuel se encuentra en recepción, aquellas paredes insonorizadas, con los micrófonos puestos en el centro de la mesa, las varitas que solo los genios más afortunados osaban usar… ¡Si aquellas paredes pudiesen hablar! La sala desprende reminiscencias de aquella lejana época en la que aún se podía fumar en la cabina y vestir pantalones de pana se veía normal.

Algunos instantes más tarde José Manuel aparece por la puerta con una bolsa, su interior contiene libros, era su correspondencia. Sin más contemplaciones nos pregunta dónde debe sentarse para facilitar a Ángel un buen ángulo para las fotografías. Armo el micrófono que situamos en medio de la mesa y tras decirme que podía preguntarle abiertamente por cualquier tema, da comienzo la entrevista. 

José Manuel Oliva en los primeros compases de la entrevista. Fotografía de Ángel Galdón.
José Manuel Oliva en los primeros compases de la entrevista. Fotografía de Ángel Galdón.

Después de varias semanas documentándome sobre el personaje, visualizando entrevistas, escuchando narraciones y leyendo artículos, rompo el hielo con un comentario, del que solo espero una sonrisa, y Oliva me devuelve una lección de vida. Me han contado que es  una persona muy risueña... “Eso dicen mis amigos, que estoy todo el día riéndome. Debe ser porque desde pequeño aprendí que a la vida hay que echarle siempre una sonrisa, ya que los golpes llegan solos y muchas veces de manera inesperada. Por eso creo que el talante que hay que tener frente a la vida debe ser ese; que las personas cercanas a nosotros se lleven siempre la mejor de las sonrisas”, responde.

desde pequeño aprendí que a la vida hay que echarle siempre una sonrisa

Tras su inesperada reflexión, me viene a la mente cómo sería su niñez. “Acabas de citar a tus amigos, ¿Qué recuerda de su infancia? pregunto con interés. “Están todos todavía, intactos, los sigo manteniendo. Lo que recuerdo de mi niñez es un grupo de 15-20 chavales que nos dedicábamos a jugar al fútbol. Con el paso del tiempo me di cuenta de que no jugaba mal, pero mis amigos me decían que era muy flojo. Yo siempre les decía: sí no me cogéis en el equipo tenéis un problema de gol, si me cogéis, tenéis el gol solucionado”. No había acabado de pronunciar la última sílaba cuando ya nos estábamos riendo como dos niños pequeños, como cómplices de los que alguna vez han llevado a cabo una trastada.

Me atrevo a preguntarle también por su familia. A los 13 años, cuando los hermanos mayores son un referente, el periodista perdió a su “ídolo”. Tenía solo 20 años cuando falleció. “Quería ser como él. Fue un golpe duro del que la familia supo salir, rehacernos y, posiblemente, por esos golpes que uno recibe cuando está tomando contacto con la vida, luego ves la vida de manera diferente”, me respondió con sutileza mientras se queda pensativo. Se le nota una admiración legítima, que había aprendido cosas de gran importancia y valor humano por mano de su hermano mayor. Ni un futbolista, ni un cantante, ni un actor ocupa el privilegio de ser el referente del periodista. Además, tiene una hermana que vive en Londres desde hace 12 años, con la que mantiene una relación extraordinaria. “Es una persona excelente”, admite.

Mi hermano mayor era mi ídolo, quería ser como él. Estos golpes te hacen ver la vida de manera diferente

A José Manuel se le nota que es de la vieja escuela, de los que perseguían los sueños sin complejos o prejuicios como los que hay ahora; se le ve que desde muy temprano el suyo era estar delante de un micrófono. ¿Desde muy joven ya tenías inquietudes por el mundo del periodismo? Sin dudarlo un segundo me responde con afán: “Sí, sí, sí, desde muy pequeño. He contado en algunas ocasiones que mi padre solía ir a un café cercano a casa, y yo siempre le pedía ir con él porque, estando allí, los mayores me pedían que les recitara los resultados de la jornada en voz alta”.

Desde los 16 años, cuando comenzó a hacer unos “trabajitos”, como él denomina, en Radio Alcores, donde aprendió todo para adentrarse en esta profesión, este “visueño” de gran bravura ha pasado por Cadena Ser, donde, desde que lo llamó Santi Ortega, ha estado 10 años. En esta emisora empezó con el mítico Araujo en el programa Carrusel Deportivo. Su debut fue un Compostela-Real Betis, el resto de la historia ya la conocen.

Oliva retransmitiendo en directo. Fotografía de Ángel Galdón.
Oliva retransmitiendo en directo. Fotografía de Ángel Galdón.

Fue su primera etapa en las “ligas mayores”. “Desde el primer minuto, supe que tenía que estar a la altura, y que tenía una gran suerte.  Llegué a una redacción con periodistas de primer nivel, gente como el “maestro” Araujo, Santi Ortega o Manolo Aguilar. Rodearme de ellos me hizo entender que lo más importante era escucharles, saber cómo trabajaban y con mis conocimientos y estilo propio, ir incorporándome a ellos, ser yo mismo, pero también aprendiendo muchas cosas de ellos. El aprendizaje en el periodismo es continuo”.

El aprendizaje en el periodismo es continuo

José Manuel confiesa que trabaja mejor bajo presión, pero no bajo la presión de las circunstancias, sino la que él mismo se autoimpone, la que para él es la idónea. También me cuenta que si alguna vez tuviera que dejar la radio y dedicarse a otra profesión, aplicaría la misma intensidad y ética de trabajo que emplea para narrar pues, como defiende, “las ganas son más importantes que el conocimiento”.

Durante el transcurso de la entrevista, me doy cuenta de la importancia que tiene el tiempo para el periodista. Un desenfreno constante invade su día a día, nada más acabar una narración ya está pensando en la jornada próxima, por ello se me ocurre preguntarle: ¿Usted alguna vez se para pensar y a meditar sobre dónde está? ¿Cómo ha llegado ahí? ─Oliva asiente con la cabeza mientras termino la pregunta─, ¿A disfrutar el momento con serenidad? “Sí, disfrutar el momento es constante; la única manera en que concibo la profesión y la vida, en esta vida en donde los días y los momentos pasan tan rápidos. Cuando nos damos cuenta estamos sentados en el mismo sofá a la misma hora y ya ha terminado el día. Creo que este ejercicio de pararse a valorar las cosas es importantísimo en todos los ámbitos de la vida. Quince, veinte minutos antes de un partido pienso «aquí estoy» y este es el momento de saber apreciar esto y de saber que soy un afortunado. En esta profesión he conocido a mucha gente que soñaba con hacer estas cosas y por infortunio no pudieron lograrlo”.

Quince, veinte minutos antes de un partido pienso «aquí estoy» y este es el momento de saber apreciar esto y de saber que soy un afortunado

Mesa de control de audio estudios COPE Sevilla Fotografía de Ángel Galdón
Mesa de control de audio estudios COPE Sevilla Fotografía de Ángel Galdón

Estas palabras entusiastas reflejan a un hombre realizado, contento con su andadura profesional, y me hacen pensar que probablemente la radio para él sea mucho más que un medio de comunicación, o que un simple empleo”. ¿Para usted la radio se puede considerar un refugio?” Con contundencia me responde: “Para mí la radio es mi modo de vida, no concibo un día sin radio. Si no tengo trabajo en la radio, me conecto mentalmente, o me dedico a preparar el siguiente partido; pienso en contenidos para esa semana o incluso pongo alguna transmisión para escucharme y ponerme del lado del oyente para ver cómo pueden llegar a percibirme, eso te ayuda sin duda. Yo tengo una pequeña libreta, como la que tú traes, en la que apunto expresiones futbolísticas a las que de vez en cuando les pego un repaso, para así ir renovando mi repertorio”.

En ese momento comienza a contar la diferencia entre ser alguien grande o alguien con notoriedad: “Para ser bueno en tu trabajo debes tratar de ser el mejor, tanto en la primera emisora local en la que empiezas, como cuando llegas a las grandes. Quien trata de ser el mejor, lo intenta desde la primera oportunidad que tiene, ahí se nota la grandeza de una persona”.

Quien trata de ser el mejor, lo intenta desde la primera oportunidad que tiene

A raíz de esta conversación sobre la grandeza, le pregunto por sus compañeros de trabajo como Manolo Lama, Paco González o Pepe Domingo Castaño. Me responde con ilusión: “¡Hombre! Esos no son grandes, esos son unas leyendas. De ellos aprendí que, aun siendo referentes durante tantos años, siguen siendo igual de normales que eran en el año 99 cuando los conocí. Me enseñaron a que sea feliz desempeñando mi profesión, que nunca pierda la sonrisa por el trabajo, y que si alguna vez tenía un bajón, que contara con ellos. La gran virtud que tienen es que son compañeros muy sencillos y muy normales. Para mí fueron mis referentes cuando era pequeño. Cuando fui mayor y tuve la suerte de trabajar con ellos me demostraron que en hacer del error una virtud estaba la clave, ellos me decían: “no te preocupes por errar en la radio, que el error forma parte de la vida, y forma parte de la radio”. Eso te da mucha tranquilidad cuando te pones delante de un micrófono”. 

Para ir terminando la entrevista, ya que José Manuel entra en antena dentro de unos minutos, le pregunto qué opina sobre la situación de la invasión de Ucrania y la relación con los medios: “Hemos conocido una gran disminución en ese periodismo de corresponsales, donde el gran referente fue sin duda Arturo Pérez-Reverte. Habría que darle más valor incluso a ese corresponsal de guerra que está in situ y se encarga de informar desde allí.” Para concluir la entrevista le pregunto por los equipos rusos que han sido excluidos de las competiciones internacionales: “Creo que es una situación que era imposible que no se diera, si no se hubiera hecho nada, el conflicto se hubiera trasladado al fútbol, cualquier partido frente a un equipo ruso hubiera podido llevar a un conflicto en los terrenos de juego. En esto de las guerras se pierde en todo; se pierden vidas, y por supuesto también se pierde en el ámbito del deporte.

Al acabar, le doy las gracias por su tiempo y disposición y, de manera simpática, me dice: “¿Te ha quedado alguna duda? Aún estamos en el descuento”. Nos invita a mi compañero Ángel y a mí a asistir a su programa en el estudio. Para nuestra sorpresa, mientras Oliva retransmitía en directo, tiene el detalle de nombrarnos, darnos las gracias por venir, y augurarnos un buen porvenir en el periodismo, despejando, si hubiese, las dudas de la gran calidad humana y profesional que José Manuel Oliva posee.