jueves. 28.03.2024

Desde lo más íntimo, Héctor Barak despliega su memoria para desvelar uno de los aspectos fundamentales en su vida, el hecho de ser judío. Lo hace desde la perspectiva que le dan los años, y la experiencia. Sin ningún atisbo de duda, con calma pero contundente, legitima a Israel como la patria hebrea. Se proclama ateo y aclara que ser judío no significa, necesariamente, ser creyente. Va mucho más allá de la religión.  Descubro en sus palabras el amor hacia sus raíces , y la necesidad de ahondar en ellas.

Héctor Barak aparece por primera vez en mi vida, a través de su hija Alexandra, amiga y compañera. En uno de nuestros encuentros, me deja entrever retales de su historia familiar. No puedo evitar, sentir la necesidad de profundizar en un relato marcado por la búsqueda de identidad y de idealismo político, de la mano de su protagonista.

Héctor Barak

Héctor Barak y su hija Alexandra durante la entrevista por videollamada. Ariadna Cànoves

Afable y cercano, me abre las puertas de su casa a través de la pantalla de un ordenador. Desde el primer momento, me pide que le tutee y con la seguridad del que ya lo ha contado muchas veces, espera, paciente, mis primeras preguntas. ¿Quién es Héctor Barak? Se presenta como alguien inquieto, emprendedor y curioso. Su mayor ambición es aprender y mejorar día a día. Manifiesta sentir una enorme responsabilidad y compromiso, no solo hacia su profesión y su familia, sino también con su entorno: “Con principios claros que intento seguir y que marcan mi forma de pensar y actuar”.

Le acompaña su hija Alex, de veinte años, estudiante de Criminología y Derecho, que no duda en asentir y sonreír ante el relato de su padre. Ambos muestran una complicidad indudable y cuando el padre se atasca ante los recuerdos, es precisamente ella quien lo anima a seguir. La nostalgia lo traslada a los trece años, cuando participó en unas olimpiadas locales:  "El mérito de darlo todo, logrando varios premios en diferentes categorías fue lo que me condujo a ser reconocido como el jugador más valioso de mi club. Ya entonces, entendí la importancia de dos de los valores fundamentales en mi vida: la perseverancia y el esfuerzo”.

Nacido en Buenos Aires en 1957 y graduado en ADE por la Universidad de Jerusalén, desciende de hebreos europeos huidos durante el período de entreguerras, al inicio de la persecución nazi en Polonia y Rusia. Su vida transcurrirá entre Argentina, Israel y España. Habla castellano, hebreo e inglés. Con dos matrimonios a sus espaldas, es padre de cuatro niñas.  Dos nacidas en Israel y dos en España.  Se considera judío y como tal, parte de este pueblo. Insiste en su ateísmo.

 “La patria del pueblo hebreo es Israel”. A los dieciocho años, decide cruzar el Atlántico y trasladarse allí : “Lo que estaba haciendo era corregir un error histórico que cometieron mis abuelos al no huir desde Europa a Israel. Quería abrir las puertas a generaciones futuras. Hoy, mis hijas mayores están ahí". Vive el judaísmo, desde un significado mucho más amplio que aquel que dicta la religión. Ahonda constantemente en ello con cada una de sus reflexiones: “Se trata de un pueblo, de una historia y de una cultura. La religión ha servido durante mucho tiempo, para establecer vínculos entre un pueblo errante, sin un territorio común. Hoy todo es diferente”.

La patria del pueblo hebreo es Israel

Tras una primera experiencia de tres meses de verano, acompañado de su hermano, descubre lo que es el kibutz y la vida comunitaria. No duda en querer perpetuarla: “Para mí, el lugar donde existía esa forma de vida era Israel. Su origen se sitúa en los inicios del siglo XX cuando llegan a Palestina las primeras inmigraciones judías,  provenientes de Rusia.  Con ellas llega el fervor comunista. La vida en comunidad permitía generar cierta seguridad en un lugar nuevo tan inhóspito como Palestina”.  Frente a mi interés me explica que esa experiencia la vivió tanto desde el punto de vista social como político: “Coincide con una época en la que me consideraba muy de izquierdas y durante la cual, el concepto de igualdad era para mí de vital importancia”.

La vida en comunidad, en el kibutz, permitía generar cierta seguridad en un lugar nuevo tan inhóspito como Palestina

Su vida en el kibutz, situado a setenta kilómetros de Tel Aviv, se prolongará dieciocho años. Héctor afirma que gran parte de su carácter se forjó en estos años de juventud y aprendizaje, a lo largo de los cuales, su implicación con esta forma de vida fue mucho más allá de lo habitual: “Fue una experiencia extraordinaria. Con sus grandes y sus menos grandes momentos, como todo en la vida. Ha sido mi casa, mi familia y mi lugar de trabajo”. Con veintitrés años, es el kibutz quien le envía a estudiar a la universidad: “La vida comunitaria es precisamente eso, cada uno da todo lo que puede, según sus capacidades y recibe de la comunidad lo que necesita. Es lo que se llama solidaridad”. 

Finalizado su período universitario, acaba convirtiéndose, durante seis años, en el subdirector de la fábrica de papel del propio kibutz. Años después, será nombrado director: “Dirigir una empresa no es nada fácil, pero dirigirla en un kibutz es muy complicado por la falta del sentido de jerarquía. De sesenta empleados, cuarenta eran amigos, vecinos, padres de amigas de mis hijas o gente con la que yo mantenía una fuerte relación social. La autoridad tenías que ganártela, pese a ser el director". Aquellos que durante el día estaban bajo sus órdenes, por la noche volvían a ser familia.

Dirigir una empresa no es nada fácil, pero dirigirla en un kibutz es muy complicado por la falta del sentido de jerarquía

Con la madurez de los años, aparecen horizontes nuevos: “La evolución y los cambios que se van produciendo en el kibutz me hacen replantearme la vida”. Narra cómo con el paso del tiempo surge una nueva generación que no ha elegido vivir ahí. Se trata de jóvenes que se han topado con ello. No en todos, esos valores son tan profundos: “Hay un factor desequilibrante, el ser humano. Surgen envidias, egoísmos e individualismos. El kibutz para adaptarse a estas nuevas generaciones, a esas diferencias, necesita ser más flexible”. Llegó un momento, me cuenta, “que unos dábamos más que otros”. Se estaba perdiendo la esencia.

Se instala en nuestro país en el año 1993, cuando decide incorporarse a una empresa de objetos de papelería importados de Estados Unidos e Israel. Es entonces, cuando su vida vuelve a dar un giro de 180 grados. Se separa de su primera mujer y conoce a su actual esposa, con la que ha tenido a sus dos hijas pequeñas. Poco tiempo después, esta empresa se unirá a la multinacional americana “Fellows”. Desde el año 2005, dirige la filial de España y Portugal. De Israel, asegura echar de menos muchas cosas, pero su vida hoy está aquí y dice sentirse cómodo. Además de israelí se considera español. Como lo demuestra su doble nacionalidad.

Héctor Barak, empresario

Héctor Barak en una presentación de la empresa “Fellows” para Tai TV (Newsbook.es)

Hoy, pese a la distancia, sigue jugando un papel clave su identidad israelita. Lo cuenta con orgullo, con la retrospectiva en mente, de la persecución milenaria a la que siempre han estado expuestos: “Los judíos siempre hemos aprendido a dedicarnos a cosas que nos diesen un sustento suficiente para ahorrar y en las que pudiésemos recoger nuestros instrumentos de trabajo en caso de que fuese necesaria la huida. Nos hemos visto obligados a vivir de forma errante”. Destaca el enorme impacto cultural e intelectual que han tenido los hebreos en muchas áreas como pueden ser la medicina o la ciencia, precisamente porque han sido profesiones fomentadas a partir de sus especiales circunstancias y necesidades como pueblo.

Los judíos nos hemos visto obligados a vivir de forma errante

Afirma que el antisemitismo sigue siendo una realidad. El odio ha sido una de las grandes condenas impuestas al pueblo judío: “Se nos ha culpado durante siglos de muchas cosas. Siempre hemos sido tachados de raros”. Es por ello por lo que acontecimientos como los de las Segunda Guerra Mundial siguen teniendo relevancia para él. Sin embargo, asegura que en España hay hueco para su cultura: “A pesar de ser un país cristiano, comparado con países como Francia que es una república laica, las dificultades no son de gran envergadura pese a ser una comunidad judía muy pequeña”.

Dispuesto a opinar respecto al conflicto palestino-israelí, niega que esta realidad esté presente en el día a día de Israel. Es la prensa extranjera quien se ocupa de transmitir lo contrario. La situación con los años ha cambiado mucho. Relata que en los años 70, cuando llegó, existía una amenaza muy importante. El país temía ser aniquilado. “La guerra era una cuestión de supervivencia”.

Hoy en día, es muy diferente. Israel política, social, económica y militarmente es mucho más fuerte; su supremacía tecnológica es su principal fortaleza. “Actualmente, si quiero saber qué está pasando, recurro a los periódicos, ni se me ocurre preguntarles a mis hijas, porque ellas lo ven como algo completamente alejado. La vida en el 90% del territorio, es totalmente normal. No afecta a la economía. El conflicto está realmente en las fronteras, sobre todo en el sur”.

En cuanto al remedio, no titubea ni un instante: “Israel es un estado, no sirve de nada mirar atrás y replantearse este hecho. Tras los últimos reconocimientos por parte de los gobiernos árabes, ya es clara su consolidación como algo más que una nación”.  Para él, la solución óptima es la creación en un mismo territorio, de dos estados; uno palestino y el ya existente israelí. La imagen que traslada de Israel es la de un país en el cual, no únicamente, tienen cabida los judíos desde la perspectiva religiosa. Hay una concepción mucho más pluralista de la convivencia y de lo que es ser israelí: “La sociedad de Israel está configurada por judíos religiosos, ortodoxos o no, no religiosos, árabes cristianos y árabes musulmanes. Así está representado también el parlamento, junto a otras minorías locales, territoriales o no”.

Israel es un estado, no sirve de nada mirar atrás y replantearse este hecho. Tras los últimos reconocimientos por parte de los gobiernos árabes, ya es clara su consolidación como algo más que una nación

La vida de Héctor no ha sido fácil, tres países y tres vidas distintas en una sola. Salir de Argentina a los dieciocho años no fue una decisión sencilla y menos aún adaptarse a una nueva forma de vida en un kibutz.  Durante años decidió libremente compartirlo todo, fomentando un sentido de la solidaridad que ha sabido transmitir a sus hijas. Me despido de Héctor con la agradable sensación de haber aprendido algo nuevo. Desde el despacho de su casa con su hija pequeña al lado, Héctor ha recorrido, conmigo, de nuevo, el camino que le ha llevado a ser quien es hoy.