Tras licenciarse en Geografía e Historia, y titularse en la escuela de Arte Dramático de Córdoba, Ana comenzó a trabajar como animadora sociocultural en el Ayuntamiento de Córdoba. “Era un trabajo precioso y me lo pasaba muy bien, organizábamos actividades de teatro, danza, música… Para centros escolares y de enseñanzas medias”. Sin embargo, pese a que estaba “muy a gusto en ese trabajo”, decidió dejarlo todo para irse a Madrid a seguir formándose en las artes escénicas.
Allí, en Madrid, Ana comenzó a ir a sus primeras audiciones. “A partir de ir a los pocos castings que había me di cuenta de lo importante que es la autoestima, cuando te dicen que no, no es una cuestión personal ni de rechazo, es que no das el perfil. A veces las agencias te envían a un casting para un personaje rubio de un metro ochenta y simplemente no das el perfil”.
A partir de ir a los pocos castings que había me di cuenta de lo importante que es la autoestima
De esa etapa también recuerda a quienes llama sus “tres maestros”, Raquel Boismoné, a la que conoció en los estudios Amor de Dios, que le ayudó con la reeducación postural; Sancho Fuentes, su profesor de canto, que describe como un señor muy mayor al que acudían todo tipo de personas, desde componentes del coro de Televisión Española a aficionados; y Concha Doñaque, profesora de dicción que utilizaba una técnica muy novedosa.
También en Madrid, comenzó a cantar en una orquesta. “El maestro Sancho me buscó una orquesta con la que cantar, y encontró una en la sierra de Madrid, que se llamaba Cimoc, como cómic, pero al revés”, recuerda entre risas, “aunque tocábamos poco y acabé en una con la que ensayábamos en Cuevas del Valle, en Ávila. Con esta orquesta trabajé bastante, hasta que regresé a Córdoba”.
Tras acabar el Curso de Adaptación Pedagógica en la Universidad Complutense, Ana volvió a Córdoba. Un año después, comenzó su periplo en la enseñanza con una sustitución en Málaga, para dar clases de Técnica Vocal en la Escuela de Arte Dramático de Córdoba, donde fue contratada como interina el siguiente curso, para impartir esta asignatura, pero también Dirección de Escena e Historia del Arte, “ya que soy licenciada en Geografía e Historia”, recalca.
De Málaga sólo tiene buenas palabras, y recuerda cómo fue una etapa muy bonita de su vida, tanto a nivel profesional como personal. “Me lo pasé muy bien, es una ciudad muy abierta y la gente tiene mucha experiencia en el teatro. Además, tuve la oportunidad de tener alumnos estupendos como Fran Perea, Pasión Vega o Pablo Pujol. Fueron años muy buenos porque la ciudad era muy acogedora, el clima inmejorable y, pese a que el primer año tuve clases por la mañana y por la tarde, podías irte a la playa a desconectar”.
Tuve la oportunidad de tener alumnos estupendos como Fran Perea, Pasión Vega o Pablo Pujol
Al volver a Córdoba, regresó a la escuela de sus orígenes, la Escuela Superior de Arte Dramático, donde empezó y sigue actualmente, tras casi veinte años. “Durante este tiempo, los estudios han cambiado mucho”, destaca, haciendo énfasis en la mejora a nivel teórico e intelectual de estos estudios, aunque conservando su esencia, sin perder la perspectiva de lo que es el teatro.
Actualmente, Ana es profesora de Técnica Vocal, de la especialidad de Interpretación Textual, donde el actor da vida a los textos y los interpreta. “La voz de cada uno es única, es como la huella dactilar de cada uno, pero la técnica te ofrece herramientas para potenciar las cualidades vocales. Mi asignatura es, en realidad, un proceso de autodescubrimiento y mejora de las propias capacidades vocales, orales, expresivas o comunicativas, que son aplicables no solo a esto sino al resto de la vida”.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
“El contacto con mis alumnos en el primer año es muy significativo porque la mayoría vienen sin saber exactamente en qué consiste la especialidad. Muchos de ellos han visto a los actores en la tele, el cine y el teatro, pero no saben en qué consiste, y se dan cuenta de lo que es un proceso de crecimiento personal, en el que descubren cómo funciona su voz y cómo superar sus posibles bloqueos a la hora de expresarse”.
Sobre estos nuevos alumnos, explica que algunos llegan con hábitos que afectan a su voz y sentimientos y emociones que les limitan. Ella les dice que no les va a dar nada nuevo ni que no tengan, sino que, a partir de esos mimbres, con trabajo, y los recursos que les enseña, son ellos los que van a ir mejorando sus capacidades. Además, destaca la importancia de construir un grupo cohesionado, que se escuche y respete, cosa que hace extensible al resto de la enseñanza.
Ante la pregunta de si los alumnos llegan cada vez menos preparados, Ana duda unos segundos, “yo me encuentro de todo; hay alumnos que vienen con una actitud, sobre todo de interés, pero hay muchas diferencias en cuanto a madurez y hábitos de estudio. Es por eso por lo que el trabajo en grupo es tan importante, los alumnos con mayor interés y más maduros ayudan a elevar el grupo”. A esto añade que hay alumnos que le llegan con mala actitud, y que “creen que esto no son estudios superiores y se piensan que esto es subirse al escenario a hacer cuatro cosas”.
En ese sentido, ¿piensas que los estudios de Arte Dramático están, en cierto modo, denostados?
“Nosotros tenemos una historia en este país, y es que los actores y las actrices, y el teatro en general, no está ni ha estado bien considerado, aunque haya sido un motor cultural fundamental a lo largo de los tiempos. Hubo una época, en el Siglo de Oro, en la que los actores y las actrices no podían ser enterrados en los cementerios. Sin embargo, eran quienes daban vida a las obras de Lope de Vega, Calderón de la Barca y el resto de grandes autores. Hay que decir que los jesuitas hicieron mucho por el teatro en España durante el Renacimiento”.
el teatro en general, no está ni ha estado bien considerado, aunque haya sido un motor cultural fundamental a lo largo de los tiempos
También aprovecha para reivindicar la enseñanza de teatro en las escuelas, y pone de ejemplo Inglaterra y su cultura teatral. “Sin embargo, el teatro ha estado siempre asociado a la mala vida y es algo que aún hoy está costando. La gente ya no va con esos prejuicios, pero tampoco se valora el teatro como se debería. El teatro ayuda a entender al ser humano, su contexto y su historia”.
El teatro ayuda a entender al ser humano, su contexto y su historia
¿Algo que quieras decir antes de acabar?
“Para mí el arte dramático es, tanto a nivel actoral como formativo, uno de los estudios más enriquecedores, porque aprendes mucho sobre ti mismo, pero requiere mucho estudio, dedicación, disciplina y, sobre todo, pasión”.