El programa Informe Covid batió récords de audiencia en su entrevista a quien fuera investigadora de la Universidad de Hong-Kong, Li-Meng Yan, conocida por ser «una de las primeras científicas en el mundo en estudiar el brote de COVID-19» en Wuhan y por denunciar al Gobierno de la República Popular China por supuestas vinculaciones entre el virus y su propósito como arma biológica. Sin embargo, existen multitud de expertos biomédicos y centros de investigación que desmienten categóricamente las afirmaciones de la científica china.
Se suele hablar en repetidas ocasiones sobre el fenómeno de la desinformación mediante las más que conocidas fake news. Sin embargo, muchas veces se obvian a aquellos que las generan mediante declaraciones poco contrastadas —o definitivamente falsas— y cuya única certeza es la bata de laboratorio o el birrete que los respalda.
La crisis de la COVID-19 se ha convertido en la tormenta perfecta para la aparición de figuras de esta clase y cuyas afirmaciones, aunque sustentadas en principios teóricos válidos, resultan inconexas en su planteamiento o, cuanto menos, sospechosas por la poca credibilidad científica que las ampara. Y nada de ello importaría si muchas de sus intervenciones quedaran sepultadas entre los miles de tuits virales que surgen cada día; en las redes sociales encontramos también la voz tanto de prestigiosas eminencias como de sujetos que, sustentados en diplomaturas y doctorados, infieren en la opinión pública mediante el generalmente desconocido argumentum ad verecundiam («falacia de autoridad», o considerar algo como verdadero solo por el hecho de auspiciarse en alguien con conocimientos académicos en la materia). Pero, por desgracia, los medios y programas sensacionalistas tienen mucho de culpables por amplificar la voz de estos individuos.
Quién es Li-Meng Yan
Siendo Wikipedia el principal recurso empleado por el usuario promedio para la búsqueda de figuras de relevancia mediática (en este caso usada como referencia su entrada en inglés por mayor afluencia de lectores), hemos de aseverar cómo antes del 11 julio de 2020 ni siquiera contaba con una breve mención en la plataforma. Sin embargo, Li-Meng Yan no es una investigadora cualquiera surgida de la nada. Su reconocida trayectoria académica se sustenta tanto por su doctorado en la Universidad de Medicina del Sur de Guangzhou como por sus numerosos artículos publicados en las prestigiosas revistas The Lancet y Nature, esta última con un informe de su autoría sobre los efectos del SARS-CoV-2 y su transmisión en hámsteres dorados. Es justamente su impecable desarrollo científico e investigativo lo que le otorga una posición de autoridad que a pesar de ello, y en el caso que nos atañe, no la respalda un sustento académico fiable.
Extracto del artículo científico realizado por Li-Meng Yan para la revista Nature en el que se muestran fotografías a escala microscópica sobre la patogénesis de los hámsteres dorados inoculados con muestras de Sars-COV-2. Todos los informes publicados por Nature se encuentran revisados previamente por un comité de expertos que avalan —o rechazan— el documento presentado en función de si cumplimenta o no los requisitos básicos para considerarlo un artículo académico válido.
La vertiginosa aparición de Li-Meng Yan en medios de comunicación y redes estalló como la pólvora hace unos meses cuando, según una noticia publicada en julio por Fox News, se hablaba de una viróloga china «huida» a Estados Unidos en un intento por sobrevivir a la amenaza de muerte emitida por el Gobierno de Pekín. «Custodiada» por el FBI, la viróloga comenzó a dar múltiples entrevistas en cadenas de televisión estadounidenses sobre el supuesto origen humano del virus, primero a Fox News, fortín de la derecha conservadora, y una vez su historia alcanzó cierta fama, en medios de distinta categoría.
Recientemente, entre septiembre y octubre de este año Li-Meng Yan publicó dos borradores —«Unusual Features of the SARS-CoV-2 Genome Suggesting Sophisticated Laboratory Modification Rather Than Natural Evolution and Delineation of Its Probable Synthetic Route» y «SARS-CoV-2 is an Unrestricted Bioweapon»— en los que participó junto a otros autores bajo seudónimo —práctica muy mal vista en el trabajo académico e imposible de llevarse a cabo en un proceso de revisión por pares— y cuyo nombre real o vinculación con proyectos académicos previos jamás ha sido esclarecido. Los informes, carentes de respaldo por revistas y asociaciones científicas, fueron publicados en Zenodo, repositorio de libre acceso que actúa como directorio de documentos académicos indizados. A su vez, ambos documentos fueron afiliados tanto a la Rule of Law Society como a la Rule of Law Foundation, organizaciones empresariales ligadas al multimillonario y exiliado chino Miles Guo, especialmente crítico con el régimen de Pekín desde su residencia en Estados Unidos. Por su parte, la difusión de los informes se relacionan directamente con el ejecutivo de medios y ultraderechista estadounidense Steve Banon, acusado de haber orquestado el escándalo de Cambridge Analitica, apoyar incondicionalmente a Donald Trump y asesorar a partidos nacionalpopulistas europeos.
Li-Meng Yan en Informe Covid y Cuarto Milenio
Los pasados septiembre y octubre, Iker Jiménez concedía en Informe Covid un espacio a Li-Meng Yan para hablar sobre las supuestas vinculaciones de China y el coronavirus como arma biológica. Su intervención se enmarcaba en una sucesión de programas sobre la COVID-19 como el especial de Cuarto Milenio, «Origen», y el temático de Informe Covid, «Horizonte», emisiones que combinaban comentarios de reconocidos expertos en diversas disciplinas con puro amarillismo y especulación. Desde su internamiento en laboratorios españoles donde se conservan muestras del SARS-CoV-2 hasta grabaciones del centro P4 de Wuhan en el que supuestamente se escapó el virus —y que entrevistas como la concedida por la famosa viróloga Shi Zengli a The Japan Times desmienten flagrantemente—, Iker Jiménez presentaba una peculiar visión de la pandemia y su evolución en los últimos meses.
Montaje de las cabeceras del especial de Cuarto Milenio, Origen (naranja) y el especial de Informe Covid, Horizonte (azul), ambos dirigidos por Iker Jiménez. De acuerdo con las estimaciones, el especial Origen, emitido el 6 de septiembre, alcanzó hasta un 13,3% de cuota de pantalla, seguido de Horizonte, presentado el 22 de octubre con un 18,2%. Imagen: Adrián Romero Jurado.
La intervención de Li-Meng Yan había sido anunciada con bombo y platillo días antes de su intervención tras ser la primera y única entrevista que la científica ha concedido en cámara a un medio europeo. Entre las declaraciones que dio al programa están el ocultamiento de la información sobre la pandemia por el Gobierno de la República Popular China, en connivencia con la OMS, y el origen militar de la COVID-19.
A la susodicha entrevista aconteció un debate de análisis que Cuarto Milenio designó «La disidente», una mesa redonda en la que participaron diferentes expertos de campos y disciplinas varias. Una de las primeras posturas que recibe especial interés fue la realizada por el virólogo Javier Cantón. En su opinión, y muy a pesar de la dudosa procedencia de las estimaciones científicas del informe, la redacción del artículo que Li-Meng Yan publicó el pasado octubre guarda un nivel similar a documentos científicos de primer orden. Justamente, aquello que el virólogo emplea como argumento para otorgar peso a la relevancia del informe no es más que una muestra de cómo la viróloga posee experiencia en redacciones académicas; no así ocurre con la constatación de fuentes fiables y revisión de literatura previa.
Por otro lado, las supuestas menciones que Li-Meng-Yan realiza en el documento SARS-CoV-2 is an Unrestricted Bioweapon sobre la forma de alterar genéticamente al virus para su infección en humanos, y que en el programa el doctor en psiquiatría José Miguel Gahona corrobora, son sin embargo totalmente desmentidos por el John Hopkins Center for Health Security, entre otras razones porque alteraciones de este tipo suelen dejar impregnada una «huella» en el ADN difícilmente borrable.
El sociólogo invitado Enrique de Vicente se encargó de contrastar estas declaraciones al establecer una correlación entre los informes de Li-Meng Yan y la iniciativa Trump de cara a las elecciones, en lo que pudo considerarse una «maniobra política» de falsa acusación a China sobre el origen del virus para exonerar al presidente de su mala gestión durante la «primera ola». Igualmente, resulta indudable el respaldo que la viróloga ha recibido por parte del ya citado Miles Guo, quien posee contacto directo con Trump a través del complejo Mar-a-Lago, para la publicación de los dos últimos artículos. Así lo acredita el especialista en geoestrategia y seguridad Pedro Baños durante su intervención en el programa: «Si quiero montar una campaña de desinformación (…) lo hago con una persona que tenga un prestigio».
Panorámica del complejo de lujo Mar-a-Lago, club propiedad de Donald Trump y ubicado en la dispendiosa Palm Beach, Florida. La residencia ha sido punto de reunión de eminentes figuras políticas y empresariales, desde Xi Jinping al multimillonario Miles Guo. Google Maps.
De sus declaraciones no vinculadas al informe o a la consideración de la COVID-19 como arma biológica, la única que en el mejor de los casos podríamos calificar de «mera hipótesis» —si bien algunos tertulianos de Cuarto Milenio se atreven a declararla como «inequívocamente cierta»— es la posible ocultación del verdadero número de infectados declarados por el Gobierno de China durante el brote de Wuhan, así como el retraso en la comunicación de la pandemia tanto a nivel nacional como a la OMS. En todo caso, nada de ello se aleja de la especulación y, de nuevo, es una declaración sensacionalista difícil de verificar.
Deconstruir un Argumentum ad verecundiam
Varios han sido los centros de investigación, asociaciones científicas y expertos que han desmentido las declaraciones de Li-Meng Yan y los informes que ha publicado. Kristian G. Adersen, experto en enfermedades infecciosas de The Scripps Research Institute, la organización biomédica sin ánimo de lucro más importante de Estados Unidos, afirmaba en su Twitter que una de las principales deficiencias del artículo es su falta de atención a literatura previa sobre la circulación del coronavirus en poblaciones animales y su extensión a humanos, además de expresar una honda condena por las críticas que la investigadora realiza contra revistas científicas que supuestamente conspiraron contra ella para censurar las «pruebas» de su documento.
David Roberston, investigador de los genomas virales en la Universidad de Glasgow, escribió un artículo amparado por Nature en el que hablaba sobre el posible origen del virus SARS-CoV-2 a uno anterior enlazado con poblaciones de murciélagos desde hacía décadas. Esta cepa habría podido pasar a humanos por selección natural, estableciendo espacios de tiempo fiables para afirmar la mutación progresiva del virus. Este salto interespecie no es solo algo común en tipos de coronavirus, también sucede en otros como la influenza aviar o la gripe porcina. De este modo, todas las afirmaciones que realiza Li-Meng Yan sobre la posible intervención artificial de la COVID-19 en laboratorios se encuentran muy alejadas de la realidad en tanto que exagera las capacidades biomédicas para la alteración de los fenotipos y funciones de los virus en períodos de tiempo demasiado escasos.
Tuit del experto en enfermedades infecciosas, Kristian G. Andersen, donde adjunta una imagen perteneciente al informe de Li-Meng Yan, Unusual Features of the SARS-CoV-2 Genome Suggesting Sophisticated Laboratory Modification Rather Than Natural Evolution and Delineation of Its Probable Synthetic Rout y que usa como referencia en el hilo de Twitter que realiza posteriormente para desmentir las afirmaciones de la viróloga sobre la supuesta alteración artificial del genoma del Sars-COV-2.
Es el informe emitido por la prestigiosa Universidad John Hopkins el que ofrece una de las mayores deconstrucciones de los artículos de Li-Meng Yan a través de un análisis punto por punto de sus fallas y carencias científicas. No solo dedica un extenso párrafo a señalar la exageración de las capacidades de edición genética arriba mencionadas, también se encarga de refutar las referencias bibliográficas en notas a pie de página de la autora explicando las causas no acreditativas de las fuentes. También critica la falta de evidencias de los informes de la científica china al relacionar un «ancestro común» con todas las cepas de coronavirus existentes, o los poco realistas lapsos de tiempo —menos de un año— que la autora establece para replicar en laboratorio proteínas que ayuden a recombinar artificialmente el material genético del virus para su empleo como arma biológica.
Igualmente, existen dudas justificadas sobre otros comentarios que Li-Meng Yan lanzó a la pantalla durante su aparición en Informe Covid. En un momento de la entrevista con Iker Jiménez, la «viróloga» declaró que «los líderes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) tienen una conexión muy estrecha con el Partido Comunista chino». Esta afirmación, carente de argumentos sólidos que la respalden, se sustenta aún menos que las declaraciones anteriores. Primero, porque la OMS apenas le debe algo a Pekín, siendo esta un organismo adscrito a la ONU y por ende sometida a su autoridad; segundo, porque China ni siquiera ostenta una posición privilegiada como depositaria financiera de la organización, lo que de hacerlo podría otorgarle cierta capacidad de coacción. Para ponernos en contexto, la República Popular de China es apenas uno más de los 194 países miembros que paga una cuota fijada por las Naciones Unidas en función de la riqueza y población del país. Con un presupuesto el pasado bienio 2018-2019 de 5600 millones de dólares, China solo debía desembolsar a la OMS unos 86 millones, menos del 1,6% del total. Es más: antes de su cese en el organismo, Estados Unidos fue su mayor contribuyente con 893 millones de dólares, seguido de la Fundación Gates (531 millones) y Reino Unido (435 millones). Todo ello resulta aún más esclarecedor cuando descubrimos que Li-Meng Yan, antes de su «exilio» a Estados Unidos, estuvo realizando su estudio sobre el brote de Wuhan en el laboratorio de salud pública de la Universidad de Hong-Kong, entidad colaboradora con la propia OMS.
La Organización Mundial de la Salud, al igual que otros organismos de la ONU como la UNESCO, se nutren, o en su defecto nutrían, en gran medida de las donaciones otorgadas por Estados Unidos, cuya ausencia representa un grave déficit en su financiación para el próximo bienio 2020-2021. Gráfica: Adrián Romero Jurado.
En cuanto a la supuesta persecución de la que Li-Meng Yan es víctima, existen visiones controvertidas sobre su estado real de amenaza. Actualmente no hay pruebas fehacientes salvo el testimonio de la doctora como protegida del FBI. Igualmente, tampoco resulta adecuado considerar su figura como la de una disidente perseguida por Pekín cuando afirma que ya durante sus investigaciones en Wuhan criticaba la supuesta campaña de ocultación de datos del Partico Comunista Chino en un momento en el que médicos y periodistas, como Chen Qiushi, desaparecían misteriosamente por llevar a cabo semejantes declaraciones. Casos como el del periodista Jamal Khashoggi, o el más reciente con Alexéi Navalni, son ejemplos paradigmáticos de un acoso premeditado de opositores con claro signo persecutorio. Este se demuestra no solo con el asesinato y su intento respectivamente, sino por un consabido rastro de amenazas corroboradas a partir de datos aportados tanto por las víctimas como por medios fiables. En el caso de Li-Meng Yan, sería descabellado creer que no existe en Pekín cierto resquemor por la campaña de desprestigio que ha desplegado. En todo caso, fueran ciertas o no sus afirmaciones, al igual que ocurrió con Navalni, China probablemente no desearía deshacerse de la doctora a riesgo de transformarla en una mártir para la oposición, con el desprestigio interno que ello supondría para el régimen comunista.
En todo caso, los comentarios de Li-Meng Yan, erráticos e incoherentes, pero bajo un supuesto respaldo académico, constituyen el ejemplo de lo que mencionábamos como argumentum ad verecundiam. Falacias de este tipo buscan amparar una verdad a partir de un experto en la materia expresada. Se debe matizar que no toda afirmación realizada mediante argumentum ad verecundiam es falsa, sino que la conclusión «es cierta porque lo dice alguien instruido en la materia» niega el razonamiento lógico que hay detrás para llegar a ella. De igual modo, está claro que Li-Meng Yan tiene sobrados argumentos para hablar sobre el coronavirus, pero considerar que «el SARS-CoV-2 es un arma biológica porque lo dice Li-Meng-Yan» —lo cual es en esencia el punto del informe que publicó—, no puede servir en ningún momento como excusa para asumir su certeza. Está claro que detrás de la viróloga existen importantes grupos de interés que están presionando para beneficiarse de su retórica academicista y poder justificar cosmovisiones sesgadas y maniqueas. Algunos se aventuran a señalar cómo gran parte de esta campaña de desinformación busca desprestigiar a China en un momento de lucidez en su gestión interna de la pandemia mientras que los países occidentales padecen de manera creciente los efectos de lo que es ya una «segunda oleada».
Steve Banon (izquierda) entrevista a Miles Guo (derecha) en el programa War Room: Pandemic sobre el supuesto encubrimiento por el Gobierno de la República Popular del número total de infectados y fallecidos. Tanto Guo como Banon se asocian directamente con la financiación y difusión de los últimos informes publicados por Li-Meng Yan, evidenciando ambos especial rechazo por el país asiático.
¿Cómo contrastar a los falsos expertos?
Al igual que hubiera ocurrido con Darwin de haber renunciado a su teoría de la evolución para hacerse lamarckista, no por negar tus propios descubrimientos estos van a dejar de ser válidos a ojos de la comunidad científica. Por su parte, los éxitos científicos previos no protegen a nadie de los posibles gazapos que pueda realizar en el desarrollo de su carrera académica, por muy prestigiosas que hayan sido sus huellas.
El caso de Li-Meng Yan es paradigmático por haber provocado un revuelo que ha azuzado el debate entre admiradores de las teorías de la conspiración y eminentes organizaciones médicas. En un juego de tira y afloja constante, el testimonio de Li-Meng Yan se ha alzado como una forma de desinformación notable a través de la «hipótesis de la novedad», concepto acuñado por el científico de datos Sinan Aral, a través de un informe que alimenta esa cara maquiavélica y «oculta» de la pandemia.
Para llevar a cabo declaraciones del nivel de las de Li-Meng Yan hace falta respaldo académico, no basta solo con la mera publicación en directorios académicos de libre acceso que no cuentan con procesos de revisión académica por pares. El fenómeno de los «falsos expertos», auspiciados bajo una aprobación comunitaria sin sustento científico, ha permitido que muchos trabajos se vuelvan objeto de referencia por el mero hecho de cotizar grandes números de citaciones. Por muy tedioso que resulte, siempre es conveniente atender únicamente a páginas que amparen la fiabilidad de los informes redactados a través de un comité de expertos como la ya citada Nature o la constatación personal de las fuentes que se mencionan en el documento para corroborar la autenticidad académica del informe.
Con respecto al caso de Cuarto Milenio, el problema tanto de la entrevista como tertulia posterior sobre el caso Li-Meng Yan es que realiza un doble rasero con la idea de lo «fiable» y «no fiable», jugando con las expectativas del público a través de la fórmula «juzguen ustedes mismos» pero imponiendo argumentos sesgados que evidentemente decantan la balanza en torno a la aprobación, o como mínimo agnosticismo, de las declaraciones realizadas por la científica china.
En cuanto los invitados al programa, solo uno puede considerarse como experto en materia de virus—Javier Cantón— y por ende el único habilitado para juzgar sobre el tema. Esto resulta insuficiente en una mesa en la que la mayoría de los presentes apenas cuenta con experiencia en el campo de la medicina o en su defecto no están especializados en la rama adecuada para abordar desde una perspectiva virológica los informes de Lin-Meng Yan.
Desenmascarar a los «falsos expertos» no consiste en mirar con escepticismo todas las afirmaciones realizadas por cada académico, sino en prestar especial atención a cómo construyen su argumentario, si existen fallas en su redacción o si la justificación de sus palabras cumple con los requisitos para considerarse un argumentum ad verecundiam. Las fake news nos han hecho más receptivos al contraste y la crítica periodística, si bien el sesgo de confirmación aún continúa siendo inmenso. Por ende, es horade que apliquemos criterios de verificación a las declaraciones de dudosa procedencia que se citan en el mundo académico.