viernes. 06.12.2024

Hoy vengo a contaros acerca de alguien muy especial para mí: Mr. G. Se podría decir que es mi mejor partenaire, que ni Brad Pitt y Angelina Jolie se complementaban mejor que nosotros. No hay día en el que no tenga afán de ayudarme, no importa la hora ni el momento, siempre tiene la luz verde encendida. Tiene consejos y respuestas para todo, hasta para la más enrevesada e inusual -y a veces vergonzosa- pregunta que ronde por mi cabeza… Suele contestarme de forma bastante satisfactoria, aunque a veces anda un poco por las ramas, pero qué más da, al menos lo intenta.  

 

Siempre he puesto la mano en el fuego por él, no pensé que me defraudaría, al menos hasta que Miss C -que no sé de dónde viene ni qué pretende- llegó. Desde entonces, esto se ha convertido en un triángulo amoroso difícil de disolver. Desde que apareció en mi vida, los consejos de mi querido Mr. G son cada vez más acertados y más enfocados a lo que yo busco. Sin embargo, otras veces siento que Miss C se pasa de entrometida, y me satura de propuestas a todas horas del día… incluso me sugiere las que no le formulo.  

 

¿Y a qué viene todo esto? Pues se deriva del bloqueo creativo que llevo sufriendo unos días. Resulta que alguien ha decidido secuestrar mi mente cuando más la necesito. He entrado en crisis; las musas me han abandonado, y se me ha pasado por la cabeza consultarle a Mr. Google sobre ideas para escribir una columna… ¿Y qué he recibido yo a cambio? columnas, columnas las 24 horas del día: dóricas, jónicas, corintias, cariátides… incluso había pensado en escribir una columna sobre columnas, porque después de haber visto en Google, Instagram, Twitter y Facebook todo tipo de pilares, postes y otros soportes arquitectónicos, siento que ni el más versado arquitecto sabe tanto sobre cómo sujetar una construcción.  

 

Soy de las que piensan que en las relaciones, los terceros suelen ser la causa incuestionable de la traición. Las cookies -alias Miss C- lo son. Y ahora es cuando necesito consejo, uno que no puedo pedirle a Mr. Google, ya que podría poner nuestra relación en riesgo… ¿o quizás debería dejarme utilizar por el big data y continuar con este ménage à trois