“Lo conseguí porque no sabía que era imposible”. Una frase llena de certeza, pronunciada con voz alta, clara y sin mirar atrás. Ese es el lema de vida de Miguel Ángel Gómez Vidal, cirujano cardiovascular, apasionado por la vida, el mar, el atún y el vino. Un hombre que vive entre dos aguas: la música y la medicina y en Tartessos: Huelva, Sevilla y Cádiz. La disciplina y su incansable deseo de aprender le han llevado a ser reconocido como uno de los mejores cirujanos de este país. Desde las técnicas transcateter, hasta el peculiar nombre de un organismo como la "nigua", pasando por cantes de ida y vuelta entre su Huelva natal y las costas brasileiras, Miguel Ángel lleva consigo un universo de conocimientos que le dan forma como persona y como profesional.

En una habitación cargada de memorias, recuerdos y cuadros azules, la luz tenue no lo oscurece, sino que resalta su voz, la que se alza para contarnos el recorrido de su vida, tan variada como la naturaleza misma. Criado en Huelva, siempre cerca de sus playas, rodeado de las jeringuillas de su padre y la pasión de este por profundizar en técnicas que ayudaran a calmar el dolor de sus pacientes, como la acupuntura, la infancia de Miguel Ángel aventuraba su amor por la profesión que desarrollaría más tarde. Un padre practicante, buen bailarín entre los suyos, y un hijo aventurero que, entre las manos de la ciencia, el tenis de mesa y la música electrónica, se debatía entre ser ingeniero de sonido o dedicarse a la medicina. Su primera opción, se vio truncada por obstáculos ajenos a él, así como quien se embarca en un destino sin saber exactamente hacia dónde lo llevará, el camino de la medicina lo acogió como segunda opción.

"Mi objetivo principal era tener un trabajo dinámico y excitante", nos confiesa con una sonrisa, recordando cómo la posibilidad de viajar mientras trabajaba y la vida llena de días nuevos era lo que buscaba para su futuro. Sin embargo, su historia no empezó con el corazón. "Estaba feliz haciendo la residencia de traumatología hasta que, por accidente, me corté el dedo con una taquilla", relata con serenidad, reconociendo que ese imprevisto o accidente programado por la vida, le permitió volver a prepararse para el MIR en tres meses, consiguiendo el número 70 en la convocatoria y comenzando su carrera como cirujano en el Hospital Macarena de Sevilla. Sin rastro de arrepentimiento ni de sorpresa, pero con la claridad de quien sabe que su lugar está en otro lado.
Pasó largas temporadas en Brasil, Suiza o Italia para aprender las mejores técnicas de cirugía, hasta convertirse en uno de los pioneros de la técnica TAVI en España. Destaca a su amigo y compañero Batista como inspiración por su inquietud y disciplina. “Ha habido muchos maestros en mi vida, todos han dejado una huella en mi camino”, afirma con humildad y gratitud, reconociendo que no es posible dejar de aprender en un terreno que avanza cada día.
A pesar de los logros profesionales alcanzados, Miguel Ángel también ha vivido la incertidumbre en su quehacer cotidiano: "Hay veces que tú has hecho todo correctamente y el enfermo padece sin explicación. Todo ha funcionado, pero el corazón no sigue adelante", reflexiona, mostrando la parte más humana y vulnerable de su trabajo. "Los milagros también ocurren, y por eso soy del Atleti", añade, como quien encuentra consuelo en el poder de lo inesperado. De esta incertidumbre nace su pasión por querer ser mejor, por aprender constantemente. "La medicina está en constante cambio, y no hay tiempo para conformarse sabiendo que allá fuera hay mejores técnicas, mejores métodos para tus pacientes", recalca. Para él, esa inquietud por superarse es una cualidad esencial que debe tener todo médico, porque cada vida que trata, cada corazón que cura merece lo mejor de su capacidad y dedicación.
Hay veces que tú has hecho todo correctamente y el enfermo padece sin explicación

Además de médico, Miguel Ángel tiene latidos de agua salada acompañados por el ritmo frenético de una vida con pausas medidas. El mar, esa otra gran pasión, también forma parte de su refugio y le ha visto crecer. “No podría vivir alejado del Mar. Es mi vida”, afirma con un brillo en los ojos que solo los grandes amantes del mar pueden tener. Nos recuerda esa parte de sirena que existe en el cuerpo de un cirujano onubense que reside frente a la playa de la Victoria en Cádiz. Y, cuando se trata de sus placeres sencillos, tiene claro lo que más disfruta: "En la variedad está la virtud", dice, como si esa frase resumiera su filosofía de vida. "Pero si todo se acabara, mi última voluntad sería comerme un plato de habas con choco, acompañado de un amontillado de Jerez, en mi casa, mirando al mar", revela, subrayando que la vida está hecha de momentos simples.
Esas pausas medidas de las que nos habla, en su caso hacen alusión a “la sensación física de la ingravidez, es como si estuviese volando” sus ojos no mienten cuando hablan del buceo. Le brilla el alma al hablarnos del Nemo, del que disfruta admirando sus colores y sus bailes entre anemonas maldivas que graba como recuerdos con amigos para poder observarlos detenidamente cuando vuelve a la ciudad. Para él, Raja Ampat es el lugar más bonito del mundo para bucear, y nos recuerda que, incluso un hombre al que llaman "Ángel" por salvar vidas, busca nuevos horizontes en las profundidades marinas.


"Soy un afortunado", reflexiona; con rasguños, tempestades, pero sobre todo un corazón salado que lleva intentando superarse durante 60 años haciendo que muchos otros sigan latiendo junto a él.
No tiene una ambición desmedida, sino una inquietud eterna que, seguramente, dejará su huella en la medicina andaluza. Reconocido como experto por Top Doctors en 2023, en bypass, TAVI, reparación de válvula mitral y cirugía aórtica, Miguel Ángel es un hombre que transmite valores de lucha, modestia y perseverancia, que se forjaron en su casa y se fusionaron con los del Atlético de Madrid. Esos mismos valores le permitieron convertirse en pez inquieto que, bajo las aguas hospitalarias, ha encontrado su lugar.

Además, a través de su empresa, Neolaser, y su labor como profesor del máster en terapias transcateter, Miguel Ángel continúa compartiendo y transmitiendo su pasión por la medicina, tanto a sus compañeros como a las nuevas generaciones. En su espíritu trotamundos, también entraron esos 42 kilómetros y 195 metros heroicos recorridos en Nueva York, Berlín y Valencia, que fueron cómplices de ese trabajo mental y de superación. A pesar de que estos esfuerzos fueron desencadenados por unos niveles de glucosa demasiado elevados en sus 40 años, nada logró frenar sus metas.

"Dosificar la vida también es una forma de vivirla intensamente", recalca, consciente de que cada momento cuenta. Los quirófanos con él vibran al ritmo de jazz y bossa nova, como si la medicina misma fuera una danza entre ventrículos y peces payasos.