La rápida irrupción de la COVID-19 en nuestras vidas y su propagación mundial han provocado una situación sin precedentes que ha cambiado por completo la forma de proceder de la sociedad moderna tal y como la conocemos. Desde el confinamiento, casi global, decretado en marzo de 2020 por gran parte de los países, la crisis del coronavirus está teniendo un fuerte impacto de manera multidimensional, es decir, el sector sanitario no es el único afectado, sino que también se están resintiendo el social y la economía. Además, aunque la crisis está teniendo su mayor grado de incidencia en América del Norte y Europa, los países que se van a ver más perjudicados a medio y largo plazo van a ser aquellos en vías de desarrollo y con mayor índice de pobreza y desigualdad, ya que sus sistemas de salud y de protección social no son capaces, en su mayoría, de enfrentarse a retos como los que esta pandemia ha planteado.
Aun siendo conscientes de lo anterior, todavía puede haber quien siga pensando que es mejor destinar los recursos nacionales a paliar o resolver los problemas que tenemos en nuestro país, priorizando así nuestra recuperación antes de ayudar a solventar los obstáculos a los que otros territorios se están enfrentando. Sin embargo, existen varias razones para argumentar que, ahora más que nunca, es necesaria la Cooperación al Desarrollo:
1. Evitar retrocesos en objetivos que se están consiguiendo
Según la base de datos del Banco Mundial, en 1981, el porcentaje de la población mundial que vivía con menos de 1.90$ al día era del 42,5%. No obstante, en 2017, ese dato se situaba en un 9,2% de la población. Viendo este considerable avance, se puede decir que es necesario seguir trabajando para evitar que se reviertan estos progresos en materia de reducción de la pobreza. Exactamente lo mismo ocurre con el hambre, la igualdad de género, la no discriminación, los Derechos Humanos, la gobernabilidad de los países y los derechos sociales, entre otros.
Gráfica que recoge la disminución del porcentaje de población mundial que vive con menos de 1.90$ al día
Por ejemplo, durante el confinamiento, se dieron muchos casos de violencia de género agravados por el hecho de no poder salir de casa. Eso, unido a las dificultades que se van a encontrar muchas mujeres a la hora de buscar un nuevo trabajo, hace necesaria una acción para reforzar todo lo que se había conseguido en materia de género. Hablando de Derechos Humanos, es posible que durante esta crisis se normalicen y aprueben medidas de control o represión que supongan, además, un grave paso atrás en la mejora de la gobernabilidad de los países, por lo que sería imprescindible realizar un seguimiento de todas las políticas aplicadas en los distintos territorios, denunciando abusos de poder, persecuciones, o excesos de control por parte de los gobiernos.
Es el caso, por ejemplo, de El Salvador, país centroamericano cuyo presidente, Nayib Bukele, decretó un confinamiento domiciliario el 21 de marzo de este año 2020 bajo unas condiciones que han provocado el enfado de la población. La brutalidad y el uso excesivo de la fuerza han sido la nota predominante durante las detenciones de aquellas personas que se han saltado el confinamiento. Según el portal Human Rights Watch, hasta el 13 de abril ya se habían producido un total de 4.236 detenciones de personas que serían aisladas en tan solo 87 centros de aislamiento, provocando así situaciones de total insalubridad por exceso de aforo. Además, el 16 de abril, El País publicó que “la crisis del coronavirus agudiza el choque de Bukele con el resto de poderes en El Salvador”, y es que el Tribunal Constitucional salvadoreño tumbó las medidas decretadas por el presidente al considerarlas excesivas y demasiado autoritarias. No obstante, Bukele no aceptó la resolución, poniendo en jaque la separación de poderes en El Salvador y generando incertidumbre entre la población durante la primera etapa de la pandemia.
Salvadoreños salen a las calles a celebrar el final del confinamiento / AFP
Estos ejemplos, y más en concreto el salvadoreño, –a los que se refieren las instituciones y organizaciones cuando hablan de mitigar los efectos de la pandemia en todas sus dimensiones– son tan solo una muestra de lo que hay que evitar para que los avances y logros conseguidos en proyectos en desarrollo (como la Agenda 2030 o los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que se muestran a continuación) no se vean amenazados a largo plazo.
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2. Impedir que la COVID-19 aumente las dificultades ya existentes
La crisis originada por la pandemia también ha influido en problemas que, ya de por sí, afectaban a numerosas personas a lo largo de todo el globo, pero, más concretamente, a aquellas pertenecientes a comunidades que sufren las peores formas de discriminación o exclusión. El hambre, la falta de recursos y enfermedades como el VIH, la malaria o la tuberculosis son ejemplos de las dificultades preexistentes en determinadas zonas del planeta:
- Aunque en el apartado anterior se indique que el porcentaje de población que vive con menos de 1.90$ al día haya disminuido notablemente, todavía hay países en los que la incidencia del hambre es enorme. Teniendo en cuenta el Índice Global de Hambre (GHI según sus siglas en inglés), naciones como República Centroafricana (más de 50.0 puntos), Chad (43.0 aprox.), Sudán, Malawi, Zambia (37.5), Sierra Leona (38.0), Yemen (36.0), Liberia (35.5) o Madagascar (37.5) se encuentran en alerta naranja o roja por tener un alto nivel de este indicador (datos de 2017). Para calcular el GHI se tienen en cuenta las siguientes dimensiones: consumo calórico bajo, desnutrición y mortalidad infantil, por lo que la combinación de estos tres factores nos da una idea bastante aproximada de cuál es la situación de cada país, siendo esta alarmante en caso de alcanzar niveles superiores a 35.0 puntos.
Gráfica que muestra en qué situación se encuentran estos países según el GHI y su nivel de alarma
- Volvemos a El Salvador para, en esta ocasión, tratar la falta de recursos. Uno de los principales problemas del sistema de salud salvadoreño es la falta de recursos: ausencia de personal profesional suficiente para cubrir todos los sectores y centros de salud, así como falta de camas en determinadas infraestructuras. De hecho, La Vanguardia publica el 28 de mayo de este 2020 que “la capacidad sanitaria de El Salvador superada por COVID-19 con 2.100 casos”, demostrando las faltas y dificultades de un sistema de salud que se ve desbordado en un momento en el que la pandemia todavía no había despuntado en el país centroamericano.
Los albergues o centros de aislamiento salvadoreños se convirtieron en focos de contagio de COVID-19 / J. Cabezas - Reuters
- Por otro lado, en países como Filipinas o Mozambique, la COVID-19 ha llegado para unirse a enfermedades tan letales como el VIH. En el país asiático, los casos de esta enfermedad se han disparado en los últimos años, pasando de un total de 2.500 jóvenes de entre 15-24 años infectados en 2010 a 7.300 en 2019 según la base de datos del Banco Mundial. Mientras tanto, en Mozambique, la tendencia es decreciente desde 2013, cuando se registraron 62.000 casos entre gente de ese rango de edad. Sin embargo, y por mucho que ese número esté disminuyendo, todavía 53.000 jóvenes se infectaron en 2019 de VIH. La llegada de la COVID, por tanto, supone una dificultad añadida a las ya preexistentes en países azotados por este tipo de enfermedades.
Gráfica del Banco Mundial en la que se muestra el crecimiento de los casos de VIH en Filipinas y Mozambique en los últimos años
Estos obstáculos suelen venir dados por desastres naturales (crecida del número de tifones que afectan a Filipinas), conflictos armados (Guerra Civil Yemení desde 2015 o Segunda Guerra Civil Centroafricana) o por la acción del cambio climático (en Zambia o Mozambique, la sequía arruinó el 70% de los cultivos en 2019 según El País). Dichos problemas provocan que mucha gente siga dependiendo, hoy en día, de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Además, estos hechos se ven agravados por la ausencia de sistemas de salud fuertes que gocen de profesionales suficientes (como El Salvador), por lo que estos casos se situarán también en el foco del ODS número tres.
En referencia a esto, se ha de apelar también al imperativo de salvar el mayor número de vidas posibles y asegurar que esas personas que se encuentran con los problemas que se han presentado puedan tener acceso a las necesidades básicas de todo el mundo. Así, será indispensable desarrollar una respuesta en la que no se podrá perder de vista el punto de que esta no es sino otra crisis que ha llegado para unirse a las dificultades que ya existían (tan o más graves que el coronavirus). Por ello, hay que impedir que estas se vean exacerbadas y olvidadas por tal de centrarnos únicamente en la gestión de la COVID-19.
3. Garantizar el futuro del planeta
El principio de “no dejar a nadie atrás” debería ser la premisa principal a la hora de desarrollar una respuesta conjunta ante la crisis del coronavirus. Porque, mientras siga existiendo un país afectado por la enfermedad, esta seguirá siendo un problema global dado que afecta a todos por igual, sin distinciones. De esta manera, será más necesaria que nunca la cooperación para facilitar el acceso de los países en vías de desarrollo a equipamientos protectores y herramientas de diagnóstico de la COVID-19, así como también será indispensable contribuir a la planificación de las medidas elaboradas por cada gobierno, siguiendo siempre las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Igualmente, la colaboración en el ámbito de la investigación de cara al desarrollo de productos para el tratamiento y prevención de la enfermedad será un factor importante.
Por último, se ha de agilizar el proceso para compartir conocimientos en base a la experiencia acumulada, es decir, hay países como Japón que lograron contener con mayor éxito que el resto el primer envite del virus y eso se debe a algo en concreto. En el país nipón nunca se apostó por el confinamiento obligatorio, las multas o la cuarentena, sino que, por una mezcla de enfoque científico y sentido común, se adoptó la estrategia de aprender a vivir con el virus. De esta manera, “se trató de disminuir la transmisión tanto como fuera posible a la vez que se mantenían las actividades sociales y económicas”, dice el doctor Hitoshi Oshitani, profesor de virología en la Universidad de Tohoku, a BBC Mundo. “Aceptamos que este virus es algo que no se puede eliminar […], por lo que entendimos que la mejor forma de combatirlo era coexistir con él”, añade. Así, desde Japón se piensa que su experiencia puede servir de ayuda a las regiones que tengan que enfrentar una situación parecida. Recordemos que el país asiático ha sido uno de los que menos incidencia ha acumulado con “tan solo” 1.800 muertes y poco más de 100.000 casos registrados (93.500 curados) desde el inicio de la pandemia.
Datos de cómo la pandemia ha afectado a Japón en menor medida que a otros países
Con estas tres razones de peso se evidencia que la Cooperación al Desarrollo sigue siendo fundamental e incluso se puede decir que, hoy en día, es más imprescindible que nunca. En un contexto de pandemia, es casi obligatorio que aquellas personas que tengan dudas sobre la necesidad de la cooperación reflexionen y reconozcan que, gracias a las acciones de agencias especializadas en este terreno, se han logrado objetivos tales como: la potabilización y saneamiento de algunos sistemas de aguas en Haití, desembolsando la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo) 150 millones de USD; la promoción de los derechos de las mujeres y la igualdad de género en Palestina, acción enmarcada en el Programa Masar de la AECID; la garantía de los servicios sociales básicos tanto de salud como de desarrollo rural y de lucha contra el hambre en Etiopía a través del MAP (Marco de Asociación País) de la AECID; y el desarrollo sostenible y cuidado del medio ambiente junto con un crecimiento económico inclusivo y sostenible en Vietnam, enmarcándose esta acción de la Agencia en el IV Plan Director de la Cooperación Española.
Por todos estos ejemplos, por otros que no han sido nombrados y por las tres razones anteriormente explicadas, se concluyen estas líneas con la reflexión de que de la crisis se sale cooperando y que, ahora más que nunca, es necesaria la Cooperación al Desarrollo. Os dejamos con una pequeña presentación interactiva que recoge algunos de los objetivos logrados por la AECID en los últimos años: